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Zelenski, tras la conversación entre Trump y Putin: “Rusia está tratando de ganar tiempo para continuar la guerra y la ocupación”

Ucrania tiene más en mente un maratón que una carrera de medio fondo en la lucha por sacudirse el yugo ruso. No confía en que vaya a haber a corto plazo una paz justa que otorgue estabilidad y seguridad al país y se prepara para un conflicto que puede durar décadas. Así lo reconoce durante una conversación con EL PAÍS a última hora del lunes un alto funcionario de la oficina del presidente Volodímir Zelenski directamente implicado en el devenir de la contienda, tanto dentro como fuera de Ucrania. El encuentro tiene lugar poco después de las llamadas de teléfono del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a sus homólogos de Ucrania y Rusia para tratar de impulsar contactos directos.

“La guerra puede durar unos 20 años más o menos”, estima esta fuente instantes antes de emprender un viaje al extranjero cuyo destino no desvela por seguridad. Es consciente de que el presidente ruso, Vladímir Putin, no va a dar su brazo a torcer en cuanto a los argumentos que le llevaron a lanzar la invasión a gran escala en 2022, ocho años después de haber ocupado ya la península de Crimea y parte de otras regiones del este del país.

Por su parte, Zelenski ha expresado una vez más similar grado de desconfianza, al estimar que Putin trata de dilatar plazos para alargar la contienda, según ha señalado este martes tras conversar con el presidente de Finlandia, Alexander Stubb. “Es evidente que Rusia está tratando de ganar tiempo para continuar la guerra y la ocupación”, ha señalado el presidente ucranio en sus redes sociales tras su encuentro con Stubb. “Estamos trabajando con nuestros socios para presionar a los rusos para que se comporten de manera diferente”, ha añadido. El mandatario, que ha vuelto a apelar a la necesidad de castigar al Kremlin con más sanciones, insiste en acudir a la mesa negociadora para poner fin al conflicto, pero califica de “poco realistas” las condiciones que, de antemano, exige Moscú.

Mijaílo Podoliak, asesor del presidente Zelenski, ha mostrado también su escepticismo sobre los resultados de la conversación del lunes entre los mandatarios de Estados Unidos y Rusia. “Desgraciadamente, después de la llamada entre Trump y Putin, el statu quo no ha cambiado”, ha escrito en X.

Se trata de las primeras reacciones al más alto nivel tras los contactos telefónicos en los que, el pasado lunes, Trump se mostró optimista sobre un encuentro entre ambas partes que podría producirse “de inmediato”. Los tres lugares que se barajan son El Vaticano, Turquía y Suiza, detalló Zelenski a un grupo de reporteros en la noche del lunes.

El presidente ucranio mantuvo una primera conversación a solas con Trump antes de que este telefoneara a Putin y, posteriormente, volvió a hablar con el presidente estadounidense en otra llamada a la que se unieron el presidente de Francia, Emmanuel Macron; la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni; el presidente de Finlandia, Alexander Stubb; el canciller alemán, Friedrich Merz, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Sin dejar de reconocer un papel preeminente al líder republicano, Ucrania, consciente de la inclinación de Trump hacia el Kremlin, trata por todos los medios de que sus aliados europeos no queden fuera del proceso negociador.

Esa misma noche del lunes, y en respuesta a las condiciones que trata de imponer Rusia para avanzar hacia una tregua y el final de la guerra, Zelenski subrayó: “Nadie va a retirar a nuestras tropas de nuestros territorios”. Y añadió con respecto a esa línea roja: “Es mi deber constitucional. Es el deber de nuestras Fuerzas Armadas proteger la soberanía y la integridad territorial de Ucrania”.

La cuestión del suelo invadido es quizás la más espinosa, pues Rusia mantiene bajo ocupación en torno al 20% de los 600.000 kilómetros cuadrados de territorio ucranio y quiere jugar esa baza en las negociaciones como si dispusiera ya de la soberanía. Moscú, además, ha rechazado lo que la portavoz de Exteriores, María Zajárova, considera “ultimátums” y “chantajes”.

Oleksandr Slyvchuk, analista político ucranio, considera que Ucrania, a diferencia de Rusia, ha cedido para tratar de acercar posturas hacia el alto el fuego y la resolución del conflicto. Para él, hubiera sido “imposible” que Zelenski hubiera aceptado hace un año verse cara a cara con Putin, pero Ucrania se encuentra bajo una “situación complicadísima”. A su vez, Moscú, en una “posición fuerte” que le permite rehuir la negociación y seguir soportando las sanciones, sabe cómo “manipular” a Trump. De ahí el “escepticismo” que con el que observan los contactos que se mantienen estos días.

“En Ucrania, existe una creciente preocupación por que la versión de la paz de Trump implique presionar a Kiev para que haga concesiones territoriales”, subraya Hlib Fishchenko, director del Institute for European Security Studies de Kiev. “Trump, al ser elegido, tenía dos opciones. Primero, presionar a Moscú, lo cual es más difícil. Y la segunda, presionar a Kiev, que es más fácil y es, desafortunadamente, lo que Trump decidió”, añade este analista.

Para Slyvchuk, coordinador del programa de cooperación para España y Latinoamérica en el Transatlantic Dialogue Center de Ucrania, asegura la razón que impulsa a Putin es “la soberanía de Ucrania”. De ahí que encaje su punto de vista con la del funcionario del entorno de Zelenski que prevé décadas de conflicto. Cree que la hostilidad rusa se va a mantener, incluso después de Putin, hasta, al menos, que no aparezca una nueva generación de políticos. Y esa hostilidad que busca acabar con una Ucrania soberana, añade, va a seguir suponiendo una amenaza para países de la zona como los bálticos, Polonia o Finlandia, por la inestabilidad regional que provocarán las políticas del Kremlin.

Para añadir presión, la Unión Europea ha anunciado este martes la adopción de nuevas sanciones contra Rusia, cuya maquinaria financiera lleva más de tres años aguantando los envites de la comunidad internacional. Se trata del decimoséptimo paquete que imponen los Veintisiete. En este caso, el objetivo principal es la flota fantasma de unos dos centenares de buques petroleros, según ha señalado la jefa de política exterior, Kaja Kallas. Con esos barcos tratan de sortear el precio máximo de venta de crudo a terceros países impuesto a Moscú y que no puede superar los 60 dólares por barril, de ahí que Zelenski se haya apresurado a agradecer el anuncio a Von der Leyen.

La actual coyuntura en torno a la que gira una posible negociación de alto el fuego es percibida cada vez más en Kiev como una estrategia de Moscú para no dar marcha atrás en su deseo de someter al país vecino. Ni las primeras conversaciones directas entre las partes desde comienzos de 2022, celebradas en Turquía la semana pasada, ni las conversaciones auspiciadas por Trump han servido para alumbrar optimismo en las altas esferas de poder en Kiev. El Gobierno ucranio tiene enfrente “una enorme maquinaria de propaganda y economía en estado de guerra que opera bajo el imperialismo ruso”, valora Fishchenko. Además, “Putin está intensificando la guerra híbrida”, añade.

Las exigencias que impone el mandatario estadounidense a Moscú no son las mismas que a Kiev, que ha de poner mucha más carne en el asador para no recibir las críticas de Washington. De hecho, Zelenski fue empujado a desplazarse la semana pasada a Turquía, donde finalmente no comparecieron ni el líder ruso ni el norteamericano. “Hace un año eso hubiera sido imposible”, sostiene el analista Slyvchuk. A su vez, Trump impuso un alto el fuego de 30 días que Ucrania aceptó y Rusia no. El presidente de EE UU, alineándose de nuevo con el Kremlin, parece haber olvidado esa condición previa del cese de las hostilidades para sentarse a negociar el fin de la guerra. “Yo creo que, a corto plazo, no vamos a ver una presión diplomática desde Washington” sobre Moscú, aunque “un escenario peor es una salida absoluta de Washington de este proceso de negociaciones”, agrega Slyvchuk.

“La situación más difícil para Kiev ahora es que la Unión Europea y Estados Unidos —me refiero no solo a los políticos, sino a la población en general— no comprenden que Rusia no se detendrá. Porque esta guerra no trata de recursos ni territorios; es una guerra atroz. Es una guerra por el robo de la historia, las tradiciones, el idioma, la religión, todo”, concluye Hlib Fishchenko.

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