Últimas Noticias

Ucrania y Rusia, la guerra enquistada que Trump no logra desbloquear

Tras la actual invasión de Ucrania se halla, según numerosos analistas, la mitificación de la grandeza de la II Guerra Mundial desempolvada en el siglo XXI por el presidente ruso, Vladímir Putin. Y el mandatario quiere aprovechar ahora el Día de la Victoria, el 9 de mayo, no solo para rememorar la derrota de los nazis hace 80 años sino también para apuntalar lo ganado en el país vecino en la actual contienda. Lo hace bajo la presión internacional, especialmente por parte de Estados Unidos, para que termine la guerra. Pero Putin, que ha anunciado una tregua de tres días (8, 9 y 10) más efectista que real, coincidiendo con esa fecha histórica, sigue rechazando el alto el fuego de al menos 30 días que reclaman Kiev y Estados Unidos. “Matan hasta el día 7, realizan una cómoda pausa de un par de días y luego vuelven a atacar el día 11″, ha ironizado el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, este sábado. Pese a la promesa pacificadora del presidente Donald Trump, la guerra está enquistada, y el estadounidense apunta de tanto en tanto que su paciencia como intermediario se agota.

Por un lado, el campo de batalla se mantiene activo, aunque la línea del frente apenas sufre avances o retrocesos. Por otro, las negociaciones por la paz se encuentran en punto muerto, en contra de los deseos del republicano, que anhela emular a su predecesor Barack Obama y lograr el premio Nobel de la Paz.

Moscú es consciente de que Ucrania sigue siendo la parte más débil, en medio de una esfera diplomática incapaz de hacer cumplir la legalidad internacional. “La propaganda rusa es poderosa y le ayuda a crear la impresión de una victoria permanente”, subraya Oleksiy Melnyk, exmilitar y codirector del centro de estudios Razumkov de Kiev, que estima en unos 1.000 millones de dólares anuales (unos 885 millones de euros) lo que Moscú invierte dentro y fuera del país en esta materia para imponer su narrativa.

El presidente de EE UU ha mostrado en sus primeros tres meses de mandato más sintonía con el Kremlin pero, tras encontrarse cara a cara con Zelenski durante el funeral del Papa en el Vaticano, Trump puso en duda los deseos de paz de Putin ante sus constantes ataques sobre civiles y le amenazó con nuevas sanciones. “Es la mejor conversación que hemos tenido nunca”, dijo Zelenski ayer, aludiendo a aquel encuentro en la basílica de San Pedro.

La firma del acuerdo entre Kiev y Washington la semana pasada para la explotación del subsuelo ucranio ha servido para escenificar un nuevo paso en ese aparente deshielo bilateral. El contenido del pacto final es mucho más favorable a Ucrania que los primeros borradores, en los que EE UU exigía cobrarse la ayuda prestada durante los tres primeros años de guerra.

“Trump ha declarado que el acuerdo constituye una garantía de seguridad para Ucrania”, escribe Matthew Kroening, director de estudios del think tank (laboratorio de ideas) Atlantic Council. “Los expertos tradicionales en seguridad han dudado de que un acuerdo de este tipo pueda sustituir la presencia de tropas como garantía adecuada, pero facilitará mayores inversiones estadounidenses y la presencia de personal estadounidense en Ucrania. Esto dará a Estados Unidos un mayor interés en la seguridad y estabilidad futuras. De hecho, para un hombre de negocios como Trump eso puede representar un compromiso mayor que el despliegue de tropas”, remarca.

Es una incógnita, de momento, el efecto que vayan a tener en la posición estadounidense los cambios en el equipo de política exterior de su Gobierno. Aún no estaba la tinta seca en las firmas del pacto con Ucrania cuando Trump anunció el cese de su consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, que participó en las primeras rondas de reuniones negociadoras sobre la guerra. Waltz, que será propuesto como embajador de EE UU ante Naciones Unidas —lejos del Despacho Oval y de la cercanía con el presidente— había caído en desgracia tras su pifia de hace dos meses, cuando incluyó a un periodista en un chat para tratar información confidencial de los bombardeos estadounidenses sobre Yemen.

Le sustituirá como consejero de Seguridad Nacional, de manera provisional, el secretario de Estado, Marco Rubio, que fue uno de los primeros en avisar de que Washington se planteaba dejar de mediar entre Moscú y Kiev si no se producían avances tangibles en la negociación. En una entrevista con Fox News el jueves, Rubio insistía en ello: “Sabemos cuál es la posición de Ucrania y cuál es la de Rusia ahora mismo… Están más cerca, pero aún muy alejadas”, apuntaba.

Según Oleksiy Melnyk, Ucrania ha de aprovechar esta coyuntura de acercamiento a Washington especialmente para abastecerse de “lo más crítico”, es decir, de defensas antiaéreas. “El hecho de que Trump esté molesto y nervioso por la posición rusa puede llevarnos a la conclusión de que tal vez estemos en vísperas de otro punto crítico en las negociaciones de paz”, sostiene este experto en seguridad que no ve, en breve, negociaciones directas entre las dos partes. Melnyk cree que, si Trump “finalmente comprende que Putin le está jugando una mala pasada”, podría activar “más sanciones contra Rusia” y enviar “más armas a Ucrania”, lo que podría llevar a Moscú a mostrar más colaboración.

La rentabilidad de ese supuesto patriotismo impuesto por Putin a bombazos sobre el vecino ucranio tiene precedentes, como el de la Guerra de Invierno (1939-1940) frente a Finlandia, que ayudan a entender por qué Rusia está hoy saliéndose con la suya. “Cede Crimea y vive como en Helsinki”. Entre la sorna y la resignación, algunos aluden en la agencia ucrania de noticias a esta suerte de eslogan sobre la manera en la que Finlandia salvó su soberanía pero, al mismo tiempo, acabó cediendo en 1940, por la fuerza, el 10% de su territorio a Rusia. Un dilema que resume en cierto modo el sentir que se ha ido apoderando de parte de la sociedad ucrania tras más de tres años de gran invasión rusa.

Algo parecido se está gestando ahora en Ucrania, 11 años después de que militares del Kremlin se hicieran con el poder en la Península de Crimea y tres años después de que Moscú lanzara una gran invasión que le permite gobernar también zonas de cinco regiones ucranias (Járkov, Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk, esta última casi por completo). La solución que propone Trump pasa por poner esos territorios en bandeja a Putin, salvo Járkov, y forzar a Zelenski a aceptar esa cesión. Quedaría el consuelo de poder decir que Moscú no ha arrasado toda Ucrania, que no ha llegado como deseaba a tomar Kiev y que el país va a mantener su soberanía, aunque sea mutilada. De ahí la analogía con Helsinki.

El momento en el que se encuentra la contienda, con el papel entre agresores y agredidos diluido, se debe a una triple explicación bajo el punto de vista de Carmen Claudín, experta en asuntos de Rusia y Ucrania e investigadora asociada del Cidob (Barcelona Centre for International Affairs). Primero, la desinformación rusa, que ha extendido sus tentáculos por Europa y Estados Unidos imponiendo un amplio desconocimiento de lo que, en realidad, es el régimen de Putin. Eso ha llevado a afirmar, “incluso a diplomáticos y políticos de alto nivel”, que “Crimea siempre ha sido Rusia”, algo que repiten también “los ignorantes del entorno de Trump”. Segundo, en Occidente siempre ha imperado cierto miedo a molestar al Kremlin, especialmente tras la disolución de la Unión Soviética y el surgimiento de los nuevos estados alrededor de Rusia. El paradigma de este tipo de relaciones, según Claudín, es Alemania. Y tercero, el temor a la amenaza nuclear.

En esa línea de tono fatalista del símil entre Finlandia y Crimea, se ha pronunciado en los últimos días el alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, que es a su vez opositor político al presidente Volodímir Zelenski. “Uno de los escenarios es ceder territorio. No es justo, pero para la paz, una paz temporal, quizá pueda ser una solución. Temporal”, deslizó en unas declaraciones a la BBC.

La capital de Ucrania fue el pasado lunes escenario de los funerales por el peor ataque ruso sufrido desde hace casi un año, un bombardeo que dejó 12 muertos tras el impacto de un misil en el barrio de Sviatoshynskyi. Un claro recuerdo de que la guerra sigue golpeando a todo el país, incluso a cientos de kilómetros de las trincheras del frente. Rodeado de otros familiares y de varios cientos de personas, Volodímir Khudia, de 52 años, enterró a su hermano Oleg, de 49; a su cuñada Victoria, de 46, y a su sobrino Danylo, de 17.

Oleg, conductor de profesión, se alistó como voluntario en una unidad de tanques cuando Rusia lanzó la gran invasión en febrero de 2022. Tras ser herido varias veces, acababa de retirarse y estaba enfrascado en la burocracia necesaria para retomar la vida civil cuando un misil acabó con su vida, la de su esposa y la de uno de sus hijos mientras dormían. “No entiendo por qué hemos perdido a tanta gente. Prefiero no opinar sobre políticos, pero parece que estos territorios (Ucrania) no significan nada para ellos”, deplora Volodímir Khudia.

Fuente: Noticia original