Tal vez ocurrió en el hoyo 8, simbólico por su proximidad al mar. Con la piel húmeda y embadurnada en crema solar, al hombre le comenzó a vibrar el teléfono en el bolsillo. “Espera un momento, sujétame esto”, le pidió a su hijo bajando la mirada, con gesto contrariado por los dígitos que aparecían en la pantalla. No los reconocía, no era un número de teléfono de su país. “Parece español”, añadió antes de responder a esa llamada que le cambió la vida.
Tal vez fue así cómo Szczęsny, un jubilado cualquiera en Marbella, recibió la llamada del Barça en septiembre del año pasado. Tras la Eurocopa, el portero había roto el contrato que le unía al Juventus y había anunciado su retiro, desilusionado o simplemente cansado del fútbol. Unas semanas después, sin tiempo siquiera para haber experimentado algo de nostalgia, puso rumbo a Barcelona. Y desde ese instante, Wojciech Szczęsny, o simplemente Chesni —como se le pronuncia en España en un ejercicio de conveniente simplificación sonora— se convirtió en la representación perfecta de las segundas oportunidades que, inesperadamente, te puede dar la vida.
De jubilado a semifinalista de Champions, puede que ganador. De jubilado a líder de LaLiga, puede que ganador. De jubilado a finalista de la Copa del Rey, puede que ganador. De jubilado a invicto durante 22 partidos.
Los filósofos han identificado lo que llaman como “suerte circunstancial”, es decir, eso de estar en el lugar correcto en el momento correcto. El bueno de Szczęsny estaba en el lugar adecuado —España—, y el momento adecuado —sin trabajo ni pretensión de tenerlo—, cuando se lesionó Ter Stegen. El fundamentalista de la suerte te dirá que todo depende de ella, las segundas oportunidades dependen de hechos que se escapan de nuestro control. La tesis contraria defiende que la suerte siempre hay que buscarla, como la pista definitiva que abre la puerta del escape room.
En esta última tesis se sustenta todo un negocio: el de encontrar tu mejor versión. Coachs, retiros, talleres, todo gira en torno a la tentadora aspiración de convertirse en alguien nuevo y mejor. Por supuesto, nadie quiere convertirse en alguien nuevo para terminar peor que antes. Así que hay tipos levantándose a las cuatro de la mañana para practicar meditación védica y escribir en un cuaderno en blanco sus propósitos del día. ¿Por qué a las cuatro de la mañana? Porque si te levantas antes del bullicio te escuchas mejor a ti mismo. Porque Tim Cook, CEO de Apple, se despierta a las 3:45. O Bob Iger, CEO de Disney, pone su alarma a las 4:30. ¿Y acaso tú no querrías ser como ellos?
Sería tremendo, ¿verdad? Levantarte a las cuatro de la mañana, garabatear en una página en blanco, estirar la espalda en una esterilla y ya está: convertido en alguien mejor (es decir, en alguien más rico). Pero claro, Richard Branson, fundador de Virgin, se despierta a las 5 de la mañana en su isla privada en las British Virgin Islands y tú lo haces en la penumbra que adivina el contorno de la calleja en la que vives.
A estas alturas todos hemos aceptado que la intervención de la suerte es ocasional en nuestras vidas y que la travesía de la autosuperación suele ser tan lenta como grisácea. A veces, a base de persistir, llega ese cambio vital significativo, otras veces ni llega. Porque la suerte hay que buscarla, sí, pero es más fácil recibirla en un resort de Marbella, jubilado a los 34 años, que sin medios para afrontarla. Las llamadas milagrosas donde mejor funcionan es en Hollywood y en el fútbol, los dos territorios más propicios para la magia y la ciencia ficción.
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