Si acabas de ver el episodio 2×02 de ‘The Last of Us’, probablemente tu reacción instintiva sea «¿Qué?»,»¿Por qué?» y «¡NOOO!». Es posible que estés temblando o en shock. Enhorabuena, acabas de vivir otra «boda roja», una de las experiencias emocionalmente más impactantes que un espectador puede sentir, donde el apego a los personajes y la sorpresa se unen para golpearte con toda la fuerza posible. Y de eso se trata, de generar emociones fuertes frente a la pantalla.
¡SPOILERS del episodio 2×02 de ‘The Last of Us’ a partir de esta línea!
Hablamos, por supuesto, de la muerte de Joel. La segunda temporada de la serie de Max nos arrebata no solo a un personaje de ficción muy querido sino también a un más amado aún actor, Pedro Pascal, cuya presencia en la serie, tal vez, pueda reducirse a algún flashback puntual, pero ya no formará parte de la trama principal. La sensación de orfandad es lógica. PEDRO FOREVER. También habrá mucha rabia (en el momento de escribir estas líneas, aún no hemos comprobado las reacciones en internet) y más de un señor apretando los puñitos muy fuerte. Vale, pero más allá de eso, ¿tiene sentido que hayan matado a Joel? ¿Qué motivo justifica esta decisión tan polémica? De eso toca hablar.
La respuesta corta es sí. Obviamente, se podrían haber buscado otros caminos, pero este es el que escogió Neil Druckmann en su momento en el videojuego ‘The Last of Us II’. Y, por mucho que Craig Mazin quisiese jugar al despiste en las entrevistas previas a la temporada (alertaba de que podían pasar cosas diferentes o en otro momento), la decisión caía por su propio peso. Era necesario tomarla en tanto en cuanto compone el motor que moverá a Ellie en el resto de temporada (o temporadas, ya que este juego abarcará varias). Guste o no a los espectadores, ese es el impulso que han dado al personaje.
Cuando esta muerte sucedió en el videojuego, desató reacciones furibundas. No es difícil encontrar en internet comentarios de entonces que decían que habían «arruinado» el juego o fans de la entrega anterior diciendo que no iban a jugar esta. Incluso, llegaron a amenazar de muerte a la actriz Laura Bailey, quien interpretaba a Abby. Y, por supuesto, hubo quien vio al fantasma «woke» detrás de todo y aseguraban que el motivo detrás de la muerte de Joel era dar paso a los personajes femeninos y LGTBQ+, en detrimento del hombre heterosexual. Sin embargo, no hacían falta las teorías de la conspiración de pacotilla y era todo más simple.

De hecho, si analizamos los dos primeros episodios de la temporada de la serie, se ve muy claro. Ni Joel ni Ellie tiene objetivos claros para esta parte de la historia; están parados. No ha sucedido demasiado desde que terminó la primera temporada y prueba de ello es la elipsis de cinco años. Joel y Ellie están distanciados, se han integrado en la comunidad de Jackson e intentan vivir ahí lo mejor que pueden. Esa es su situación, pero no hay un conflicto que les mueva. No hay trama, tampoco. El primer episodio sirve para hacer una fotografía general, mientras que el segundo se agita por una situación externa, la llegada de una horda de monstruos, pero falta un elemento personal que les dé motive.

En la temporada anterior estaba claro. De inicio, Joel transportaba a Ellie como una mercancía; era una misión laboral. Después, desarrollaban un vínculo de amor paternofilial que podía con todo: tanto para buscar la cura juntos como para salvarse. En la segunda, Joel y Ellie existen, pero no buscan nada concreto. Estos dos primeros episodios podríamos decir que son, en realidad, una especie de interludio o un prólogo y que la temporada verdaderamente empieza ahora. Primero porque la muerte de Joel le da a Ellie un objetivo, pero también porque asienta por debajo el gran tema que cruza toda la temporada: la venganza y el odio.
Lo explicó Druckmann en su momento, cuando salió el segundo videojuego en 2020 y se armó la marimorena. En el podcast oficial del videojuego contó que tuvo una primera idea en la que Ellie se enteraba que había otra persona inmune y trataba de buscarla, mientras que Joel la seguía. Consideró que como aventura podía haber funcionado pero que faltaba lo que engrandeció al primer videojuego, que era la carga emocional. «Lo aparqué por un tiempo y volví con el concepto de odio, de este sentimiento tan universal que todas las personas experimentan: un odio profundo por el que, en tu mente, estás dispuesto a cometer actos horribles de violencia contra otro ser humano… ¿Hasta dónde puede llegar mi mente en esta espiral descendente y hay alguna manera de recuperarse?».

Ese odio visceral enajenador mueve a los dos personajes clave de esta temporada, Ellie y Abby. Colocadas como adversarias, ambas buscan la misma venganza por su progenitor: del mismo modo que Abby no ha parado durante años hasta dar con Joel y matarlo cruelmente (incluso después de que él la salve), ahora es Ellie quien no se detendrá hasta vengar a Joel. Y esto nos lleva a una reflexión más amplia que hace el juego: que en este tipo de situaciones violentas y de supervivencia nadie tiene realmente la razón. Cada uno vive en su realidad, protege a su grupo y no le tiembla el pulso al disparar a quien les ponga en peligro. Los «buenos» para unos, son los «malos» para otros. Y no olvidemos que ahí está buena parte de la magia de ‘The Last of Us’, en hacernos conocedores, y partícipes, de puntos de vista enfrentados.
Por supuesto, vamos a llorar la muerte de Joel. Claro que es dolorosa. Claro que echaremos de menos a Pedro Pascal. Pero eso no significa que no fuese necesaria para empujar la trama hacia nuevos territorios inexplorados, literal y metafóricamente. Nos queda un consuelo y es que Ellie es un personaje suficientemente interesante para llevar todo el peso sobre sus hombros y Bella Ramsey tiene talento más que de sobra para asumir ese rol protagonista. Heridos, seguimos adelante hasta donde ‘The Last of Us’ quiera llevarnos.

Nací en Wisteria Lane, fui compañero de piso de Hannah Horvath y ‘Chicago’ me volvió loco porque Roxie Hart soy yo. Tengo la lengua afilada, pero, como dijo Lola Flores, «me tenían que dar una subvención por la alegría».
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