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¿Quién identifica mejor la violencia machista? Un pionero estudio se fija en los testigos potenciales

¿Por qué hay quien es capaz de identificar mejor que otros una situación de violencia de género? ¿Con qué tiene que ver que una persona esté más o menos dispuesta a intervenir en eso de lo que está siendo testigo? ¿De qué depende que alguien decida ir a denunciar ante la Policía o los Servicios Sociales algo que sabe que está pasando? ¿Se entienden igual todas las violencias, la física, la psicológica, la sexual, la económica? ¿Hay mayor o menor posibilidad de estar expuesto a una de estas situaciones?

Existen miles de estudios sobre las víctimas desde hace décadas, pero no tantos sobre quienes ven o conocen esa violencia que supone uno de los mayores problemas de salud pública del mundo y una cuestión estructural que afecta, según la OMS, a una de cada tres mujeres en el planeta. Ahora, el estudio Identificación y conocimiento de situaciones de violencia contra las mujeres. Análisis del perfil de testigos potenciales, impulsado por el Observatorio Social de la Fundación La Caixa, pone el foco sobre ellos para examinar quién tiene más posibilidades de presenciar una de esas situaciones y cómo la perciben dependiendo de la tipología de la violencia, las circunstancias y características individuales.

Y sí, las hay. Por ejemplo, la posibilidad de conocer a alguna mujer que sufra o haya sufrido violencia física varía “significativamente”, dice el estudio, según las características sociodemográficas; sobre todo dependiendo del género, la nacionalidad y el nivel de ingresos. Mientras que un 36% de las mujeres encuestadas declaró conocer a alguna víctima, lo hizo el 24% de los hombres; entre las personas extranjeras, lo afirmó el 43% frente al 29% de personas españolas; si se miran los ingresos, lo hicieron el 39% de quienes ingresan menos de 500 euros al mes y baja al 22% de las personas con ingresos superiores a 2.000.

Si se amplían esas variables, son “las personas más jóvenes, entre los 18 y los 27 años, las solteras, quienes colaboran con asociaciones feministas, asisten regularmente a la iglesia o tienen una orientación política de izquierdas” quienes declaran en mayor proporción reconocer situaciones de violencia física en su entorno.

Para obtener estos datos, tres investigadoras de la Universidad Pública de Navarra ―Ariadna García-Prado, Rebeca Echavarri y Sara Martínez de Morentín― y una más de la Universidad de Oviedo, Fernanda Gutiérrez-Navratil, entrevistaron a 969 personas de entre 18 y 48 años de la Comunidad Foral de Navarra. Una muestra muy concreta “que es extrapolable a la población nacional”, apunta García-Prado, la investigadora principal.

Por un lado, porque se eligió a los participantes para que así fuera, y por otro, porque también, a posteriori, los datos se asemejan, corroboran y se complementan con otras estadísticas como las macroencuestas de violencia contra la mujer de 2015 y 2019 o ese porcentaje de la Organización Mundial de la Salud. “El 30% de las personas encuestadas relataron, porque les dejábamos un espacio para ello, conocer o haber presenciado una situación de violencia”, detalla García-Prado, que explica también que este análisis forma parte de un estudio mayor que está ya en segunda revisión en una revista científica europea.

La económica: la más complicada de identificar

En general, la mayoría son capaces de identificar todos los tipos de violencia, sin embargo, hay algunas más complicadas, y eso, dice la investigadora, “es crucial para el análisis, porque el primer paso ante la violencia es ser capaz de reconocerla”. En todas, eso sí, las mujeres son las que mejor la identifican.

Por tipos, la económica es con la que mayores dificultades hay, aunque la identifican un 77%, “las personas extranjeras y con un bajo nivel educativo” tienen más problemas para hacerlo, como ocurre también con la de control, en la que el porcentaje de identificación sube al 87%. En la sexual, al 96%, al 97% en la psicológica, y al 98% en la física. Es en esta última donde menos diferencia hay entre los perfiles que son capaces de percibirla. En la psicológica, explica García-Prado, sucede algo “preocupante”: no se percibe como “tan grave”.

Apunta esta cuestión porque cuando se pasa de la percepción a la intervención, se ve que es una de las menos denunciadas, a pesar de que no solo es una violencia altamente identificada, sino que es la más extendida. Según la encuesta europea de violencia de género de 2022, del total de mujeres residentes en España que tienen entre 16 y 74 años, y que han tenido pareja, el 27,8% (más de 4,6 millones) ha sufrido violencia psicológica en el ámbito de la pareja en algún momento de su vida.

“Es importante promover la denuncia temprana de la violencia psicológica para evitar que se convierta en física. Pese a que el reconocimiento de la violencia psicológica es alto, las denuncias son bajas, 14% sobre el total (las de agresiones físicas y psicológicas suman el 53%), detalla el estudio.

“Aunque identifican la violencia psicológica, se espera a que esa violencia escale para dar el paso”, ahonda García-Prado. El informe, en sus conclusiones, apunta la necesidad de “explorar qué otros factores pueden promover más denuncias por parte de las personas conocedoras de situaciones de violencia”.

El entorno de la víctima como puntal contra la violencia

En septiembre de 2023, una decena de hombres asesinaron a sus parejas o exparejas y lo convirtió en uno de los peores de la serie histórica —desde 2003, solo otros 10 meses han registrado las mismas víctimas—. Tras el análisis de esos crímenes, la entonces secretaria de Estado contra la Violencia de Género, Ángela Rodríguez, lanzó un mensaje claro: “Es imprescindible abandonar el negacionismo de la violencia machista. Y romper el silencio, el silencio es complicidad con los agresores”.

Ese día, desde el Ministerio de Igualdad, se apelaba al “entorno, que conocía la situación; a los vecinos, que sabían lo que estaba pasando”, dijo Rodríguez, para que la violencia que sufrían cada día las mujeres no escalara hasta el último estadio: el asesinato. Pero también para acabar con ese maltrato físico, psicológico, sexual, de control y económico que sufren millones de mujeres.

En el estudio, las investigadoras marcan en esa línea el objetivo: “Entre los factores que contribuyen a la persistencia de la violencia se encuentra la baja tasa de denuncias. Según las encuestas españolas, el 65% de las víctimas no reportan su situación. La denuncia por parte de testigos es aún menor, ya que la violencia es denunciada principalmente por las víctimas”. Y García-Prado ahonda en que “la denuncia es vital al ser lo que da acceso a la víctima a protección, acompañamiento y servicios que sin ella no podría tener”.

Según la macroencuesta de violencia contra las mujeres de 2015, el 55% de las víctimas de violencia revelan su situación a una amiga o amigo, por lo tanto, “el entorno social de la víctima desempeña un papel crucial, no solo porque puede denunciar, sino también porque puede animar y ayudar a la víctima a hacerlo. Además, el aumento de las denuncias de testigos puede transformarse en un elemento disuasorio, ya que los agresores potenciales pueden desanimarse si saben que es probable que alguna persona de su entorno los denuncie”, dice el estudio.

Para esto, concluye García-Prado, hay que trabajar para que la sociedad comprenda que el problema de la violencia es un problema de la sociedad y que afecta a toda la sociedad: “Porque muchas veces, incluso identificándola, muchas personas cercanas a la víctima o al agresor no actúan por las consecuencias que puedan tener esas denuncias, tanto para las mujeres que están sufriendo la violencia como para ellas mismas, y esto puede hacer que se decida no denunciar, no notificarlo ante ninguna institución o servicio”. Es decir, que se perpetúe el silencio.

El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.

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