Últimas Noticias

Nayma, de niña en acogida a madre acogedora: «Una familia es la que…

   Mamadou, menor migrante que llegó a España, volverá a Senegal para que su familia natal y la de acogida se conozcan: «Mi vida tiene sentido»

   MADRID, 31 May. (EUROPA PRESS) –

   Nayma Fernández fue niña en acogida y ahora es madre acogedora. Por ello, reivindica la importancia de que los miles de niños y adolescentes que están esperando a una familia en España, por fin, la tengan: «Una familia es la que te cambia el destino en base al amor y la que te sostiene cuando estás a punto de derrumbarte».

   En el marco de una Jornada parlamentaria celebrada en el Congreso con motivo del Día Mundial del Acogimiento Familiar, que se celebra este sábado, Nayma, de 26 años, comparte su experiencia personal y denuncia que los menores tutelados son «los niños de las voces silenciadas» porque «jamás nadie» les pregunta cómo se sienten.

   En la actualidad, Nayma es integradora social y, por tanto, conoce el importante trabajo que desempeñan los profesionales de los centros de menores. «Estamos ahí, por y para ellos, y les intentamos dar todo lo mejor, pero, al final, igual no es mi turno y no puedo estar en un momento importante… en una graduación o en un cumpleaños», explica.

   Para Nayma, una familia «no es un techo, no es un plato de comida, no es un papel que firmas». «Una familia es la que te sostiene cuando estás a punto de derrumbarte, la que cuando lo haces mal, sigue ahí», defiende.

   En su intervención, la joven ha puesto en valor el papel de su familia extensa, especialmente de abuelos y tíos, quienes «siempre respetaron que tuviera una familia» y le acompañaron en los momentos difíciles. «Aunque no podemos vivir con nuestros padres, ellos siguen siendo nuestra historia», puntualiza.

   Nayma ha puesto el foco en la situación de vulnerabilidad de los menores tutelados, señalando que salir a los 18 años de un centro es «el principio del fin» para muchos jóvenes que quedan «como adultos disfuncionales, sin educación y sin apoyos». Por el contrario, ella tuvo a su tía, su «pepito grillo», o a su abuelo, que le acompañaron en «momentos cruciales».

«ESTABA DESESPERADO»

   La jornada también ha contado con el testimonio de Mamadou Ka, un joven migrante extutelado que atravesó el desierto del Sáhara hasta llegar a España. Tras más de 10 años desde su llegada, Mamadou volverá en otoño a su Senegal natal, acompañado por su familia acogedora para conocer a sus hermanos y a toda su familia de origen.

   Mamadou ha relatado cómo llegó a España con 16 años. «No sabía hablar español. No conocía a nadie y estaba desesperado. No sabía qué hacer», apunta el joven, que trabaja de electricista y sueña con llevar la electricidad a su pueblo. «Y demostrar que hemos dejado a nuestra familia para mejorar, para tener una vida mejor, para cuidarnos, no para otra cosa», ha asegurado.

   El joven reivindica el rol de las familias acogedoras y, en concreto, el de la suya. «Gracias a ellos, estoy donde estoy. Gracias a ellos, mi vida tiene sentido». Como ejemplo, Mamadou relata que le han ayudado a conseguir los papeles, permisos de residencia, un trabajo e, incluso, un alquiler. Sin embargo, dice seguir necesitando el «cariño» y el «amor» que le han dado.

   En el encuentro también ha asistido Aitana Archeli, hermana de acogida desde que tenía escasos dos años. Por su casa han pasado ocho niños y niñas en acogida. «Como era tan pequeña, no entendía muy bien qué es lo que estaba pasando. Es decir, no sabía quiénes eran esos niños que venían a mi casa, qué hacían con nosotros», indica, para después añadir que pensaba que su madre era «como una niñera».

LOS NIÑOS, «PARTE DE NUESTRA VIDA»

   «Con el paso del tiempo, entendí que no eran niños de paso ni de otras familias, sino que eran nuestros niños, y en mi caso, mis hermanos y hermanas. Y aunque muchos no se quedaban para siempre, el tiempo que pasaban con nosotros era tan intenso y tan cercano, que se convertían en parte de nuestra vida, de nuestra historia, de nuestra familia y, en mi caso, de mi infancia», dice Aitana, que está decidida a estudiar Trabajo Social en Vitoria.

   Aitana, de 16 años, reconoce que las despedidas le «dolían y mucho» porque no entendía porqué sus hermanos se iban de su casa. «Se creaba un vínculo tan fuerte y tan profundo, que cuando llegaba el momento de despedirse, era como si algo se rompiera dentro de ti y un trozo de ti se fuese con ellos», confiesa.

   Con los años, Aitana ha aprendido muchas cosas: «A veces estás feliz jugando con ese niño o niña, y solo con pararte a pensar un segundo, uno solo, te das cuenta de lo duro que ha tenido que ser todo para él o para ella. Porque muchas veces, antes de llegar a nuestra casa, han tenido que ir de una casa a otra, rebotando como si fuesen una pelota, con su mochila y con su historia, que aunque a veces no se pueda contar, se nota en su mirada, en sus silencios y en cómo se aferran cuando se sienten seguros por fin».

   De este modo, Aitana reivindica que «ningún niño o niña debería vivir con miedo, con incertidumbre, con la sensación de no tener lugar seguro o un hogar al que volver». Ser hermana de acogida le ha enseñado «a compartir, más que unos juguetes o un espacio, el corazón».

   «Si alguien me pregunta qué significa ser hermana de acogida, yo diría que es crecer sabiendo que el amor puede sanar, aunque no lo cure todo; que un hogar puede ser un refugio, aunque sea temporal; y que el cariño, cuando es sincero, deja huella, incluso si el tiempo es corto», ha concluido.

Fuente: Noticia original