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Los servicios de inteligencia de Alemania designan oficialmente al partido AfD como una organización “extremista de derechas”

Alternativa para Alemania (AfD), segunda fuerza en el Bundestag desde las elecciones de febrero, ya es oficialmente una organización “extremista de derechas”. Este es el dictamen de la Oficina Federal de Protección de la Constitución, los servicios de inteligencia interiores alemanes. Y no es una simple decisión semántica, sino que, en un momento de ascenso de otras formaciones de la órbita de AfD en Europa, y en vísperas a la investidura de Friedrich Merz como canciller, supone una “bomba política”, como la califica el diario Frankfurter Allgmeine.

Algunos postulados de este partido, que recibió en la pasada campaña el apoyo de destacados miembros de la Administración Trump, y declaraciones respecto a los alemanes de origen extranjero, los inmigrantes y los musulmanes “van en contra del orden fundamental democrático”, según los investigadores.

La calificación de “extremista de derechas”, justificada en un informe de más de 1.000 páginas resultado de tres años de trabajo, permitirá la vigilancia, por parte de las autoridades, de reuniones y comunicaciones de este partido. Y puede reavivar los esfuerzos, hasta ahora frustrados, de prohibirlo. También complicará cualquier intento de romper el cortafuegos o cordón sanitario que el resto de partidos han establecido para impedir cualquier cooperación con la extrema derecha.

La decisión de la Oficina Federal de Protección de la Constitución llega cuatro días antes de la investidura del democristiano Merz. En el nuevo Bundestag, AfD lidera la oposición con 152 diputados, tras recoger un 20,8% en las elecciones y 10,3 millones de votos.

El dictamen es un reflejo del carácter “defensivo” de la democracia alemana. La Ley fundamental de 1949, extrayendo lecciones de los 12 años de nacionalsocialismo, permite prohibir partidos que “tiendan a desvirtuar o eliminar el régimen fundamental de libertad y democracia, o a poner en peligro la existencia de la República Federal de Alemania”.

AfD, fundada en 2013 y actualmente con 51.000 militantes, ya era considerado un “caso sospechoso de extremista de derechas” desde mayo de 2024, tras una decisión del Tribunal Superior Administrativo del Estado de Renania del Norte Westfalia. Las secciones del partido en los länder orientales de Turingia, Sajonia y Sajonia-Anhalt recibían, por parte de las autoridades, el calificativo de “extremista de derechas”. Ahora esta descripción se amplía al conjunto de la formación en todo el país.

“Para nuestra valoración es decisiva la idea del pueblo de la AfD, basada en los orígenes étnicos, que devalúa grupos de población enteros en Alemania y viola su dignidad humana”, han declarado, en un comunicado los vicepresidentes de la Oficina Federal de Protección de la Constitución, Sinan Selen y Silke Willems. “Esta idea del pueblo”, añaden, “se concreta en una actitud del partido contraria a los migrantes y a los musulmanes”.

Esta concepción étnico-racial del pueblo “no es compatible con el orden fundamental democrático y liberal”, según el comunicado. “Su objetivo”, precisa, “es excluir a determinados grupos de población de una participación social igual a los demás, someterlos a un trato no igualitario que no es conforme con la Constitución y asignarles un estatus legal devaluado”.

Los responsables de la inteligencia alemana han observado específicamente las recientes campañas electorales (regionales en septiembre y federales en febrero), y han constatado el proceso de radicalización de la formación que lideran Alice Weidel y Tino Chrupalla, lo que no ha impedido ganar popularidad.

Más allá de las consecuencias jurídicas, el impacto político es enorme, en un contexto, además, en que otros partidos de su misma esfera, como el Reagrupamiento Nacional (RN) francés, denuncian la persecución por parte de las autoridades. AfD, que al contrario que el partido de Marine Le Pen ha endurecido su discurso contra la inmigración, es un partido cada vez más central en Alemania, y cuenta con un apoyo masivo y creciente. Algunos sondeos indican que, de celebrarse hoy las elecciones, sería la fuerza más votada.

Ahora se ve de nuevo considerado como un paria político, en los márgenes de la sociedad. Los políticos democristianos que sentían la tentación de suavizar el cordón sanitario lo tendrán más complicado a partir de ahora. Se comprobarán los efectos de la decisión de este viernes en los próximos días cuando, en el Bundestag, deban elegirse los presidentes de comisiones, que históricamente el primer partido de oposición, en este caso AfD, podía ocupar.

Los partidarios de prohibir AfD verán reforzados sus argumentos. El procedimiento no es sencillo. Quien decide es el Tribunal Constitucional, y solo puede hacerlo sobre la base de una petición del Gobierno federal, el Bundestag o el Bundesrat (la cámara alta, donde están representados los Estados federados). El último intento, en febrero, fracasó. En todo caso, no basta, para prohibir un partido en Alemania, que tenga una visión anticonstitucional, sino que debe demostrarse que quiere imponer esta visión de una manera “combativa y agresiva”. La iniciativa plantearía el debate sobre la conveniencia de prohibir un partido que cuenta con un partido que representa a una parte considerable de la sociedad.

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