Últimas Noticias

Los españoles se lanzaron en busca del kit de supervivencia:»Primero…

Los bazares chinos fueron los principales puntos de consumo ante el cierre de supermecados

MADRID, 29 Abr. (EUROPA PRESS) –

El inesperado apagón que paralizó buena parte de España durante la jornada de este lunes 28 de abril dejó a millones de personas sin electricidad, comunicaciones ni transporte. Las consecuencias no tardaron en sentirse, especialmente en las calles, los comercios y los hogares, donde la rutina se transformó en una suerte de supervivencia urbana entre colas interminables, compras de emergencia y una notable dosis de solidaridad vecinal.

Desde el mediodía, cuando la red eléctrica nacional se vino abajo por causas aún en investigación, las tiendas de barrio –especialmente los bazares chino– se convirtieron en el epicentro de la actividad. «Primero se acabaron las pilas. Luego las radios, las linternas, los mecheros, hasta los hornillos de gas», relata la dependienta del Hiper Asia, de la Castellana. La imagen se repitió en el Asia Mark de Bravo Murillo, donde los estantes quedaron vacíos en cuestión de minutos.

La demanda era tal que algunos propietarios optaron por controlar el acceso. «El encargado estaba en la puerta, filtrando la entrada. La gente le pedía directamente lo que necesitaba, no podían entrar todos a granel», explica Carlos, un vecino de 73 años de Moratalaz, que también se quedó atrapado en el metro.

En paralelo, las ferreterías también vivieron su propio pico de actividad. La Ferretería Leonesa de la Castellana agotó en 15 minutos todas las radios disponibles. «Nos han seguido preguntando hoy por radios, linternas, cerillas, camping gas e incluso barbacoas», explican. A pesar de trabajar sin luz, continuaron vendiendo con linternas solares y efectivo, mientras vecinos del barrio hacía cola en la puerta.

Fue precisamente en una ferretería donde Victoria, de 58 años, encontró lo que necesitaba. «Compramos velas y nos dimos cuenta de que no teníamos radio. Ese fue nuestro gran error –cuenta–. Hemos hecho una lista para la próxima vez. Sobre todo: efectivo, pilas y radio».

MERCADONA, ABIERTA GRACIAS A SUS GENERADORES

Mientras algunos establecimientos cerraban por seguridad –como el SuperCor Express de una zona de la Castellana , que decidió evitar accidentes tras quedarse a oscuras–, otros lograron resistir. Fue el caso del Mercadona, que operó con normalidad gracias a sus generadores. «Se vendió todo: agua, leche, pan. No quedó ni una cuña de queso», comenta Isabel, de 61 años. «Era como en el Covid. La gente se llevaba packs de leche, carros llenos de botellas». En contraste, el Lidl de Tetuán tuvo que desechar toda su comida congelada. «Por seguridad alimentaria», explicó una trabajadora.

Los bares, especialmente aquellos con terrazas, se convirtieron en centros improvisados de reunión. En La Tía Feli, el ambiente fue intenso hasta el cierre a las diez de la noche. «Veíamos desde la terraza cómo se formaba la cola en el chino de enfrente. Estaba lleno, salían con radios, velas, pilas», recuerdan Jesús, Fran y Milena, trabajadores del local.

Otros bares del barrio, como El León Rojo también permanecieron abiertos. En palabras de Silvia, de 54 años. «Pese a la situación que hubo los bares seguían siendo ese lugar donde refugiarse un rato».

ATRAPADOS Y APLAUSOS

Más allá del comercio, el apagón dejó también escenas que hablan de vulnerabilidad y fortaleza. Carlos de 73 años, atrapado en el metro entre estaciones, tuvo que salir a pie por las escaleras mecánicas paralizadas. En casa, sobrevivió con una linterna y una radio de cable que su esposa cargó con un multicargador. «Cuando volvió la luz, la gente en la calle aplaudió», ha detallado.

Por otra parte, Blanca Posada, una mujer de 90 años, se quedó atrapada en un ascensor entre el primer y segundo piso tras volver de su clase de gimnasia. «El timbre no sonaba, los botones no funcionaban. Empecé a dar golpes en la puerta», relató con calma. Treinta minutos después, y gracias a la ayuda del personal de mantenimiento y de limpieza, fue rescatada sin perder la compostura. «Estaba tranquila», aseguraron los que la asistieron. «En ningún momento perdió la serenidad».

Fuente: Noticia original