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Lars Klingbeil, el líder socialdemócrata alemán que ha dado la vuelta al peor resultado de su partido

Que dos políticos de primer rango dejen de tratarse de usted para empezar a tutearse podría parecer irrelevante. No en Alemania, donde el, aunque avanza, está mucho menos extendido que en países como España y el usted prevalece en el trato profesional. Así que, cuando el 30 de marzo Lars Klingbeil, líder del Partido Socialdemócrata (SPD), contó en televisión que se trataba de con el democristiano Friedrich Merz, vencedor en las elecciones de febrero, fue noticia en todos los medios.

Unos días antes, y siguiendo el ritual según el cual, para que dos personas pasen a tutearse, debe ser a iniciativa de la de más edad, Merz, de 69 años, se lo había ofrecido a Klingbeil, de 47. A fin de cuentas, llevaban días negociando un acuerdo para gobernar Alemania en coalición. El tuteo era, en este caso, una expresión de confianza: ya no eran rivales políticos; eran socios y amigos.

Klingbeil aceptó el ofrecimiento, sin sorpresa. Aunque comparte la presidencia de su partido con la diputada Saskia Esken, simbólicamente quedó consagrado por el futuro canciller como el líder de facto del SPD. Es el sucesor, en esta posición, de una lista de dirigentes socialdemócratas que incluye nombres legendarios como Helmut Schmidt o Willy Brandt, y otros caídos en desgracia como Gerhard Schröder. Y será el interlocutor privilegiado en el futuro Gobierno alemán y su probable vicecanciller y ministro de Finanzas.

“Lars Klingbeil es la estrella ascendente del SPD, el hombre fuerte”, explica el diputado socialdemócrata Nils Schmid. “Ha entendido muy bien que esta coalición debe pensar en grande y que debe ser una coalición que modernice Alemania”.

Se atribuye al talento negociador de Klingbeil lo que en términos políticos es una proeza. Los socialdemócratas del canciller saliente Olaf Scholz cosecharon el peor resultado de su historia, con un 16,4%, por detrás de la extrema derecha de Alternativa para Alemania y del bloque vencedor, la CDU/CSU de Merz. Y, sin embargo, no solo el copresidente del SPD salvó la piel, sino que obtuvo una promoción y fue elegido para el influyente cargo de presidente del grupo parlamentario. Philipp Türmer, presidente de los siempre combativos Jusos, las juventudes del SPD, se quejó: “Uno de los arquitectos del fracaso se hace con la jefatura del grupo parlamentario. La imagen es fatal”.

De poco sirvió el lamento. Poco después, Kingbeil, ya consolidado en el doble cargo, pactó con Merz un plan de inversiones en infraestructuras, defensa y medio ambiente de hasta un billón de euros que respondía a viejas demandas socialdemócratas. El plan provocó un malestar profundo entre los democristianos, pues suponía una ruptura, por parte de su candidato, de una promesa electoral.

Gran partido de poder

En las negociaciones de coalición, Klingbeil y su copresidenta Esken descafeinaron las propuestas más conservadoras del democristiano y se hicieron con siete ministerios, los mismos que la CDU (la CSU, hermana bávara de la CDU, obtuvo tres). Confirmaron así la condición del SPD como gran partido de poder en Alemania, gane o pierda las elecciones, incluso con resultados catastróficos. Si termina esta legislatura, esta formación solo habrá estado fuera del Gobierno cuatro años en las últimas tres décadas.

Una clave del éxito de Klingbeil es su experiencia al haber organizado para su partido las negociaciones de coalición de 2017 y 2021. Frente a él y a los otros negociadores socialdemócratas, Merz y su equipo se sentían como principiantes.

“Es un fino estratega, que sabe asumir los riesgos en el momento adecuado”, dice Schmid. En lo personal, añade, “es alguien amable, simpático”. No lo dice porque sea su jefe en el grupo parlamentario, pues otros políticos, también rivales, subrayan un estilo alejado de los líderes más autoritarios, los machos alfa al estilo de Schröder, o también Merz. En 2021, cuando fue elegido presidente del SPD, el semanario Der Spiegel le describía como “un osito de peluche amable y grandullón” (mide casi dos metros) pero “sin el instinto asesino necesario”. “Se puede hacer política de otra manera”, se defendía él. “No hace falta ir de duro para obtener resultados”.

Si bien por su talante Klingbeil puede resultar atípico, por su trayectoria es un auténtico político de carrera, un hombre de aparato. “Su universidad política no fue el rudo día a día de la vida social, ni la necesidad de autoafirmarse en el mundo laboral”, critica en el diario de izquierdas Tagezseitung el politólogo Udo Knapp. “Lo que le ha impulsado ha sido su afán de servicio en las antesalas de sus patrocinadores políticos dentro del aparato del SPD”. Hijo de un soldado profesional y una empleada en un comercio en la ciudad de Munster, en la escuela ya era delegado de clase. Siendo estudiante entró en el SPD, donde fue escalando desde la política local hasta ser elegido diputado en 2009 y, ocho años después, secretario general.

Bernd Rother, miembro de la comisión histórica del SPD, subraya un detalle significativo: Klingbeil procede del norte protestante, como todos los cancilleres socialdemócratas (Brandt, Schmidt, Schröder, Scholz). No es casualidad, según este historiador: en la segunda mitad del siglo XIX, la Iglesia católica, más arraigada en el sur, estableció un movimiento obrero, algo que dejó más espacio para avanzar al SPD en las fábricas y talleres de la Alemania protestante.

Klingbeil, además, procede de Baja Sajonia, el Estado federado que, recuerda Rother, “se ha establecido en las últimas décadas como una cantera de talentos”. También el actual secretario general, Matthias Miersch, es de este land, y el popular Boris Pistorius, el ministro de Defensa saliente, que posiblemente siga en el cargo. Baja Sajonia fue el feudo de Schröder, uno de los mentores de Klingbeil y hoy un apestado en el partido por su cercanía al presidente ruso, Vladímir Putin.

El objetivo inmediato de Klingbeil es ahora que los militantes del SPD aprueben el contrato de coalición, pese a la oposición en los Jusos. El voto electrónico empezó el 15 de abril y termina el 29. El 30 se darán a conocer los resultados y el 6 de mayo Merz debe ser investido canciller.

Klingbeil encara una doble tarea: gobernar Alemania con Merz y evitar que el partido caiga en la irrelevancia, como ha ocurrido en otros países como con el PS en Francia. “El desafío es salir del agujero del 16%-17%”, dice el diputado Schmid. “No podemos quedarnos encerrados en esta dimensión electoral. Y esto puede ocurrir rápido”.

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