El centroizquierda italiano se ha estrellado en su intento de hacer tambalearse, o en sus mejores sueños incluso hacer caer al Gobierno de Giorgia Meloni, con una gran movilización en las urnas, una potente señal de que ya no tiene el apoyo de la calle. El arma del Partido Democrático (PD) de Elly Schlein y el Movimiento 5 Estrellas (M5S) de Giuseppe Conte era un referéndum celebrado el domingo y lunes, con cierre de colegios a las tres de la tarde, por el que han hecho campaña y que, sin embargo, se ha quedado lejos del quórum exigido para ser válido, un 50% del censo. Lejos de ese objetivo, solo un 30,6% de los italianos llamados a las urnas ha ido a votar.
La consulta planteaba cinco preguntas sobre cuestiones muy de izquierda, apoyadas por el principal sindicato, CGIL, pero sin las otras dos grandes centrales: cuatro eran sobre cuestiones laborales, como despidos, indemnizaciones y seguridad en el trabajo; y una quinta pedía rebajar de cinco a diez los años de residencia exigidos a un extranjero para obtener la nacionalidad. Pero la mayoría de los italianos prefirió irse a la playa, como sugería el Gobierno, que ahora se apropia el resultado como una victoria.
“La oposición ha querido transformar cinco referendos en un referéndum sobre el Gobierno Meloni. El resultado parece muy claro: el Gobierno sale más reforzado y la izquierda, más debilitada”, ha resumido Giovanbattista Fazzolari, subsecretario de la presidencia del Ejecutivo. Por su parte, el secretario general de CGIL, Maurizio Landini, promotor de la consulta, admitió la derrota después de que hace un año pronosticara que acudirían a las urnas 25 millones de italianos “para cambiar este país y poner el trabajo en el centro”. Italia no tiene un problema de paro como España, es del 6%, pero las batallas sindicales están en fijar un salario mínimo, que no existe, y superar la precariedad laboral.
Sin cambio de ciclo a la vista
Para la oposición es un claro mensaje de que un cambio de ciclo no está a la vista y debe seguir esperando a las generales, previstas para 2027. Los sondeos siguen señalando como fuerza mayoritaria a la ultraderechista Giorgia Meloni y su coalición con La Liga y Forza Italia. La oposición ahora mira al próximo test, las elecciones regionales de octubre y noviembre en cinco grandes regiones (Campania, Apulia, Toscana, Marcas y Véneto), donde aspira a lograr un 4-1 a su favor.
La oposición, en todo caso, ha probado a ver las cosas de otra manera, señalando que los 15 millones de votantes que han participado en el referéndum son más que los 12,4 millones de votos que obtuvo la coalición de Meloni en 2022. En todo caso, es solo un consuelo y un baño de realidad.
El PD de Elly Schlein y el M5S del ex primer ministro Giuseppe Conte, los dos principales partidos, son conscientes de que perdieron las elecciones de 2022 por no haber acudido a ellas en coalición y están en un largo proceso de construcción de un frente único. Se están inclinando más hacia la izquierda, en una alianza con el partido de verdes y extrema izquierda (AVS), en detrimento de las dos formaciones de centro del ex primer ministro Matteo Renzi y de Carlo Calenda.
Gran manifestación por Gaza
Este fin de semana, esta alianza en ciernes de PD, M5S y AVS tenía dos citas importantes de demostración de fuerza y unidad. Una, el sábado, una gran manifestación en Roma de apoyo a Gaza y contra Israel, que congregó 300.000 personas, según los organizadores, aunque eran 50.000 según la policía. Se consideró un éxito de respuesta popular en la calle, pero el verdadero reto era el referéndum, planteado como un órdago al Gobierno.
Sin embargo, los referendos los carga el diablo. Italia es un país donde se hacen muchos —77 de abolición de leyes desde 1974, a partir de una recogida de medio millón de firmas o la propuesta común de cinco gobiernos regionales— y con una abstención creciente ya es difícil superar el quórum: solo ha ocurrido dos veces en 30 años. El último fue en 2020, pero era de reforma de la Constitución para reducir en un tercio el número de parlamentarios, y hay que remontarse a 2011 para dar con el anterior referéndum para enmendar leyes. Fue sobre privatización del agua, retorno de las centrales nucleares y una ley que favorecía al entonces primer ministro, Silvio Berlusconi, en sus procesos. En ese momento anticipó el cambio de viento político que hizo caer el Gobierno del magnate cinco meses después. Ahora no parece el caso.
Otro inconveniente es que, salvo la pregunta sobre el acceso a la nacionalidad, las otras cuatro de tipo laboral eran más complejas y técnicas. Pero que tampoco la primera haya tenido poder de atracción ha sido música para los oídos de La Liga: “La nacionalidad no es un regalo”, ha proclamado su líder, Matteo Salvini.
Por otro lado, dos de las preguntas sobre derechos laborales pretendían enmendar leyes de un Gobierno del propio PD, el de Matteo Renzi (2014-2016), en una vida anterior del partido, más centrista y reformista, pues en su actual reencarnación está mucho más a la izquierda. De hecho, Renzi ya no pertenece al partido, tiene el suyo propio, Italia Viva.
En ese sentido, una parte de los mismos votantes del PD no lo ha visto con buenos ojos. De hecho, entre los primeros que han cuestionado la iniciativa esta tarde estaban exponentes de la minoría crítica del PD. “Una derrota profunda, seria, evitable. Por desgracia un regalo enorme a Giorgia Meloni y a las derechas”, ha dicho la eurodiputada del PD Pina Picierno.
El referéndum, de todos modos, puede tener consecuencias. Desde el Gobierno ya se lanza la idea de que es absurdo gastar tanto dinero en consultas que luego no van a ninguna parte y que tal vez deben endurecerse los requisitos para organizarlo. Por ejemplo, elevar el número de firmas requerido de medio millón a un millón. Se argumenta que ahora la recogida de apoyos es más fácil, pues desde hace un año se permite hacerlo de forma digital, y se pueden disparar los referendos. Por otro lado, en cambio, algunos políticos y analistas proponen rebajar el quórum, por ejemplo, al 40%, pues la norma fue pensada en la posguerra, cuando la participación era siempre muy alta.
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