La huelga convocada en las seis universidades públicas de Madrid ha parado este lunes la actividad en la Complutense, el centro más grande de España y el más afectado por los recortes del gobierno de Isabel Díaz Ayuso. El pasado año se destinaron 5.900 euros por alumno, frente a los 7.000 de media nacional (7.800 si se quita la UNED, a distancia). El consejero de Educación Emilio Viciana tildó este domingo la huelga de “lamentable” e “innecesaria”.
Se ha cumplido la previsión de seguimiento de la huelga a la vista de los actos reivindicativos previos a la protesta. No hay datos oficiales debido al apagón que ha azotado a España. En la Universidad Rey Juan Carlos, que celebra el martes la segunda vuelta de las elecciones a rector, se señala desde el departamento de prensa que el seguimiento ha sido “residual” y sin altercados; desde el de la Politécnica se habla de “casi nula intensidad” de la protesta y en Alcalá lo cifran en “escasa influencia”, solo perceptible por unas pancartas. En el caso de la Autónoma las cifras del sindicato CGT, enemistado con la rectora tras animar al voto en blanco en las elecciones, y de otros profesores son muy distintas. Mientras unos hablan de éxito otros consideran que la participación es baja.
Como ocurre en cualquier huelga, en la Complutense las facultades muy movilizadas han sido las de humanidades y ciencias y con menor participación en las de ciencias de la salud, Económicas y Derecho, pero evidente. En Medicina se han celebrado exámenes e incluso se ha pronunciado una conferencia y en Educación, una facultad prácticamente vacía, algunos alumnos han tenido que hacer presentaciones orales.
A las ocho y media de la mañana en el autobús que une Moncloa con el campus de Somosaguas, a nueve kilómetros,—donde Francisco Franco aisló a las facultades más subversivas de la Complutense en 1968— van apenas 15 personas y 10 ellas no a clase, sino a manifestarse en un piquete informativo de la huelga y manifestación convocadas hoy en las seis universidades públicas de Madrid. Normalmente, a esas horas hay unas colas kilométricas, fundamentalmente de muchos de los 8.000 alumnos del campus. Un vigilante hace balance a los medios: todo está desierto, el único movimiento se encuentra en Económicas.
El primer edificio levantado en Somosaguas fue el de la facultad de Económicas, en los setenta uno de los más subversivos y ahora poco combativo. Su decano, a diferencia de otros 14 de los 26, no ha mandado un correo apoyando la protesta desde la institucionalidad. Gonzalo Martino, de 19 años, ha decidido no adherirse a la protesta porque, aunque cree que es importante apoyar la educación pública, porque los convocantes han “aprovechado para meter todo el discurso” (la ley de educación superior que se prepara, la supuesta represión estudiantil). Tiene un examen de finanzas. Dudó si se celebraría, pero como desde el decanato no se han pronunciado, ha optado por ir.
Otros tres compañeros se autocalifican de “pringados”, querrían ir a la huelga y les toca examinarse porque sus profesores no han suspendido las clases. Los estudiantes, al no ser trabajadores, no tienen derecho a paro y quedan a merced de los profesores. Por eso muchos decanos han pedido a su profesorado que aplace la entrega de trabajos y los exámenes.
Como las facultades están vacías —Psicología, Políticas y Trabajo Social— el piquete informativo se traslada a Económicas. Un grupo de unas 40 personas monta lo que llaman un “pasacampus”. Entra en el edificio, con el hall y los pasillos desiertos, con megáfonos, un bombo, una pancarta… animando a sumarse a la protesta.
El ambiente es muy festivo hasta que un joven contrario a la huelga rompe al pasar las pancartas y se viven escenas de tensión. Después explica que para él la financiación privada es una tendencia lógica —Madrid va a aprobar su decimocuarta universidad privada―.
En la clase de Fundamentos de Administración de Empresas está Cristina Rodríguez Benavides, que se muestra a favor de la huelga pero tenía examen. No sabía que los profesores asociados ganan entre 500 y 600 euros, como su madre limpiando, “y no puede ser así”. Josefina, profesora de Económicas que prefiere no dar su apellido”, no recuerda una situación tan mala en los 25 años que lleva trabajando. Han tenido que fusionar grupos por falta de profesorado.
Toda la unidad de administración de la biblioteca de Políticas ha ido a la huelga, asegura Carlos Gil, de 57 años. A su lado Álvaro Briales, profesor de Sociología, asegura que no ha habido “una huelga con tanta adhesión desde la crisis del 2012”. En su facultad, Políticas, se convocó el pasado octubre la primera asamblea para dar forma a la plataforma Por la Pública que ha ido creciendo primero en la Complutense y la Autónoma de Madrid, y después con muchísima menor fuerza en los otros cuatro campus de la comunidad (Carlos III, Politécnica y Alcalá). En su opinión en Económicas no hay un movimiento asambleario fuerte y eso hace que “haya arraigado un movimiento antisindical”.
Va a empezar una clase de finanzas y entra antes la profesora María Eugenia Ruiz Gálvez para explicar los motivos de la huelga. Ella ha sido la encargada todos estos meses de analizar los datos financieros de las universidades madrileñas y exponerlos en las asambleas. Resalta la precarización de la plantilla, los puestos fijos se han ido remplazando con contratos temporales. “No queremos que la universidad sea un servicio exclusivo y elitista”. Madrid tiene, tras Navarra, las matrículas más altas de España y apenas distribuye seis millones —antes eran tres― en becas para los más desfavorecidos, frente a los 30 millones de la Comunidad Valenciana, con 77.000 estudiantes menos (124.000 frente a 201.000).
En la facultad de Físicas, la pasada semana, un centenar de profesores y alumnos empapeló la fachada con pósteres de sus congresos para reivindicar dinero para ciencia y como acto previo a la huelga. Este lunes la huelga ha sido un éxito. Como en Matemáticas, Químicas, Biológicas y Geológicas. En esta última, según cuentan los convocantes, se han quedado vacíos tres de los seis autobuses que tenían que llevar a los estudiantes de prácticas al campo.
En la facultad de Ciencias de la Información la actividad es casi nula. Su gerente, Juan José Redondo, está de servicios mínimos. Si no, asegura que iría a la huelga. Lleva un año en el puesto y ve la situación “muy degradada”, con un recorte desde junio del 35% en las facultades, de un presupuesto ya raquítico. “Hay muchos alumnos despistados que no sabían que había huelga y según llegan, se van”. Solo le consta que dos profesores han dado clase.
Aunque muchos universitarios dicen no percibir los recortes, es un hecho que han desaparecido asignaturas optativas, prácticas y salidas al campo. El rectorado estudia la viabilidad de algunos grados y másteres y el aumentar el precio de los colegios mayores y las actividades deportivas. La alumna Paula Graciet pone el ejemplo: en la materia de Derecho a la información, de tercer curso, no hay un profesor asignado y cada dos semanas rotan. O su compañero Ricardo Grisales recuerda como los programas de montaje y diseño están muy desactualizados.
En Medicina hay actividad, aunque menos que en otras huelgas, pero nadie quiere dar su nombre. Quieren pasar desapercibidos. Un grupo de alumnas segura que sus profesores “apoyan pero no se mojan”, aunque dijeron a sus estudiantes que no tendrían en cuenta la asistencia a clase este lunes (son grupos muy reducidos y lecciones muy prácticas).
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