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La división se consolida entre los cardenales mientras se agota el tiempo a las puertas del cónclave

La noche del domingo llegó a Roma el último cardenal elector que faltaba, Ignatius Suharyo Hardjoatmodjo, cardenal de Yakarta, capital de Indonesia. Ya están en la capital italiana los 133 purpurados que entrarán este miércoles, a las 16.30, en la Capilla Sixtina para comenzar el cónclave y elegir al sucesor de Francisco, fallecido el pasado 21 de abril. A la congregación general ―asamblea preparatoria del cónclave― de la mañana de este lunes han asistido 179, y de ellos 132 electores, los menores de 80 años con derecho a voto. Ha sido la décima reunión, seguida de otra por la tarde, a las 17.00, y ya solo queda otra este martes por la mañana, la última. Luego se acabó el tiempo y hay que empezar a votar. Ya se han sorteado las habitaciones de la residencia de Santa Marta, donde los cardenales se encerrarán durante el cónclave, y a partir de la mañana del martes ya pueden ir llegando con sus maletas.

Y, sin embargo, de las declaraciones que hacen los cardenales al entrar y salir, y de lo que se filtra de las reuniones, se deduce que la elección del nuevo papa está aún verde. Muchas intervenciones en la asamblea contienen reproches velados a decisiones y reformas del difunto Papa, a las que siguen otras que lo defienden. El cónclave parece pivotar sobre todo en un eje: con o contra Francisco, para decidir si proseguir su camino o corregir el rumbo. Y la clave es encontrar la persona que pueda conciliar ambas exigencias: tanto el carisma y el arrojo social, una Iglesia que no se repliega sobre sí misma, como un gobierno papal más institucional y menos personal, compartido y menos autoritario, y con decisiones menos controvertidas.

La polarización que se vive en el mundo también está dentro del Vaticano. En las 26 intervenciones de la mañana del lunes, entre otros temas, se ha expresado “una fuerte preocupación por la división en la misma Iglesia”, según admite la escasa información que transmite la Santa Sede en su resumen del día. Hubo discursos en la línea de continuidad que dibujaron el perfil del nuevo papa en la estela de Francisco: “Una figura que tiene que estar presente, cercana, capaz de hacer de puente y guía”, para “una humanidad desorientada y marcada por la crisis del orden mundial”.

La presión ambiental se ha agravado, además, por la fotografía creada con inteligencia artificial que Donald Trump ha colgado en redes en la que aparece vestido de papa, una intrusión inédita en un cónclave que en el Vaticano aún están digiriendo. Todas las fuentes consultadas confiesan un estupor general. Porque se interpreta que el mensaje del presidente de Estados Unidos es claro: desea que elijan al papa que quiere él. Alguien totalmente opuesto a Francisco, que defendía a los inmigrantes, criticaba el modelo capitalista, alertaba contra el cambio climático y se acercaba a China. Esta tensión política, qué papa elegir en este panorama mundial, también está muy presente entre los cardenales.

Todo se complica también porque este es el cónclave más multicultural de la historia: hay cardenales de 71 países. Ejemplo de las fricciones que se presentan y que condicionan los apoyos es la oposición de la Iglesia africana en bloque a un asunto polémico, pero puntual, como es la bendición a las parejas homosexuales, autorizada por Francisco. “Cada pueblo tiene su cultura. No podemos imponer una visión. En la cultura africana estas bendiciones pueden generar confusión”, ha explicado este domingo el cardenal Dieudonné Nzapalainga, de la República Centroafricana, en el diario de los obispos italianos. África tiene 18 cardenales (siete más que en 2013) y exponen objeciones como esta, que les inclinan al sector más conservador. También por eso, a la hora de buscar un candidato no europeo, el campo más progresista está buscando un nombre en Asia y Oceanía, que aporta 23 cardenales, 16 más que la última vez. El sur del mundo tiene el 50% de los votos, frente al 35% del anterior cónclave.

Entre los cardenales, se oyen frases que serían normales el primer día, pero no tanto a estas alturas. “Necesitamos un poco más de tiempo”, dijo el domingo el cardenal francés Jean-Paul Vesco, arzobispo de Argel, y en la mañana del lunes ha repetido que “no hay prisa para la fumata blanca”. También el patriarca caldeo, Louis Raphael Sako, de Irak, ha considerado que el cónclave durará algunos días: “No podemos votar por personas que no conocemos”. “No tenemos un nombre, estamos solo discutiendo. El cónclave empieza el 7, ahora nos estamos conociendo”, ha comentado el cardenal Joseph Coutts, de Pakistán. En las congregaciones, los cardenales hojean una especie de guía que se les ha entregado con fichas y semblanzas de todos sus compañeros, y llevan cada uno colgada una tarjeta identificativa, como en un congreso, para poder reconocerse.

Los favoritos que se manejan siguen siendo los mismos, aunque el clima cada vez se enrarece más, con bulos contra los papables más consolidados y nuevos nombres que surgen de repente (el indio Neri Ferrao; el filipino Pablo Virgilio David). Pietro Parolin, hasta ahora secretario de Estado, es el candidato más fuerte, pero no está claro si llegará con un bloque consistente de votos a la primera votación del miércoles y sobre todo si luego puede ganar más.

Los otros candidatos en liza son el filipino Luis Antonio Tagle; el estadounidense Robert Francis Prevost, que ya está siendo objetivo de dosieres sobre su supuesta inacción frente a denuncias de abusos cuando era obispo en Perú, extremo que en el Vaticano descartan de plano; los italianos Matteo Zuppi y Pierbattista Pizzaballa; y el francés Jean-Marc Aveline.

Los rumores de maniobras y alianzas previas son tan insistentes que el domingo sucedió algo insólito. El embajador de Hungría ante la Sede, Eduard Hansburg Lothringen, publicó un desmentido en la red social X para rechazar una hipótesis que estaba circulando: que el cardenal húngaro Peter Erdö, referente del sector más tradicional, estaba negociando con Parolin para garantizarle una quincena de votos. Quedan menos de 48 horas para el cónclave, el tiempo se acaba y se aceleran los últimos intentos para encontrar un nombre.

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