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La ayuda que Israel permitirá entrar en Gaza: “Una gota de agua en un océano de necesidad”

“Lo que llegará en los próximos días [a Gaza] es un poco de harina para las panaderías y para las cocinas públicas que dan una ración diaria de comida cocinada. Los civiles recibirán un pan de pita y un plato de comida. Eso es todo”. Así describió este lunes el ultraderechista ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, la comida que la población de Gaza recibirá en los próximos días, que se anuncia modesta. Lo que su socio de Gobierno, el primer ministro Benjamín Netanyahu, había calificado ya la víspera como “una cantidad básica” de alimentos al anunciar su decisión de entreabrir las fronteras de Gaza para evitar el riesgo de hambruna que llevaba semanas negando. Si se atravesaba esa “línea roja”, advirtió Netanyahu, los socios de Israel podían retirar su apoyo a la nueva invasión que su ejército lanzó el sábado en el ya arrasado enclave palestino.

Que esa ayuda humanitaria incluirá la harina es una de las pocas cosas que se sabe sobre lo que entrará en los próximos días en el territorio palestino invadido, si es que Israel cumple el compromiso expresado por Netanyahu. Su Ejecutivo no solo no ha precisado qué otros alimentos se distribuirán estos días, sino tampoco quién se encargará de ello, ni en qué cantidad. Menos se conoce cuándo llegará la comida a Gaza, ni si el alivio limitado del bloqueo total a la entrada de ayuda humanitaria que Israel impuso el 2 de marzo incluirá medicinas y otros suministros que faltan cruelmente en Gaza. El Gobierno israelí solo ha asegurado que este lunes han sido autorizados a entrar en el enclave cinco camiones con “comida y medicinas para niños”. Según la ONU, los camiones son nueve.

Esos vehículos son, en cualquier caso, “una gota de agua en un océano de necesidad”, subraya Bushra Khalidi, responsable de incidencia política de la ONG Oxfam. Antes de la guerra, cada día entraban en el territorio entre 500 y 600 camiones de gran tonelaje, pero, además, las necesidades son ahora “inmensas”, tras 19 meses de ataques que han matado a 53.500 personas y herido a más de 120.000, y cientos de miles de viviendas, campos de cultivo, granjas e infraestructuras de agua potable y saneamiento destruidos.

La situación humanitaria de Gaza, catastrófica incluso durante el efímero alto el fuego con Hamás que Israel rompió el 18 de marzo, se agravó a pasos agigantados cuando, dos semanas antes, el Gobierno de Netanyahu decretó el bloqueo total de la entrada de alimentos, medicinas, combustible y de cualquier tipo de ayuda humanitaria que ha durado once semanas.

El pasado día 12, el índice de referencia sobre nutrición que utiliza la ONU alertó de que, si Israel no permitía el ingreso de alimentos en Gaza antes de septiembre, todos los palestinos del enclave —2,1 millones— podrían padecer para entonces “inseguridad alimentaria aguda”. De esos dos millones largos de palestinos, medio millón se asoman en los próximos meses a la hambruna. Esa situación no va a cambiar ahora porque Israel acepte que unos “pocos camiones en convoyes simbólicos” entren en el territorio palestino ocupado con comida, critica la cooperante de Oxfam.

“Lo que Gaza necesita es que se restablezca completamente el acceso a la ayuda humanitaria, que se nos permita trabajar a las organizaciones internacionales siguiendo nuestros principios de neutralidad e imparcialidad y que se alcance un alto el fuego”, asegura Khalidi.

Esta trabajadora humanitaria reflexiona en voz alta sobre cómo se puede ni siquiera plantear que un reparto tan limitado de comida como el que ha anunciado Israel “pueda cambiar la catastrófica situación de una población gazatí, que además de estar hambrienta, está siendo bombardeada”.

“Una respuesta humanitaria real no se puede reducir a repartir harina. No estamos hablando de supervivencia, sino de dignidad. Estamos hablando de disponer de suministros médicos, de medicinas, de materiales para reparar las infraestructuras, de refugios como tiendas para los desplazados”, añade Khalidi, que acusa a Israel de utilizar el hambre “como arma de guerra”.

La cooperante se hace eco de una acusación defendida por varias agencias de la ONU. Por ejemplo, la de Naciones Unidas para los refugiados palestinos (UNRWA), cuyo comisionado general, Philippe Lazzarini, la reiteró el 22 de abril. Lazzarini también acusó a Israel de utilizar la ayuda humanitaria como “moneda de cambio”.

Un comunicado firmado este lunes por 26 grandes donantes humanitarios internacionales –entre ellos el Ministerio de Asuntos Exteriores de España– insta a Israel a permitir la reanudación de la entrega de ayuda por parte de Naciones Unidas y las ONG internacionales “para salvar vidas, reducir el sufrimiento y mantener la dignidad”.

La expresión de la “gota de agua en el océano de necesidad” que utiliza la responsable de incidencia política de Oxfam es la misma que empleó este lunes el coordinador humanitario de la ONU, Tom Fletcher, en un comunicado en el que confirmó otro de los pocos aspectos que se conocen de la reanudación de la entrada de alimentos en Gaza: que durará solo unos días. Los que tarde el Gobierno de Netanyahu en poner en marcha un polémico plan cuyo diseño los responsables israelíes atribuyen a Estados Unidos, pero que ellos respaldan completamente. Así lo confirmó este lunes en una rueda de prensa en Jerusalén Eden Bar Tal, director del Ministerio de Exteriores israelí.

Un “superávit” de alimentos

Ese plan consiste en atribuir a una opaca organización de nuevo cuño con sede en Ginebra (Suiza) -la Fundación Humanitaria para Gaza (GHF en sus siglos en inglés)-, la responsabilidad de distribuir la ayuda humanitaria. El reparto se hará en varios centros de distribución fijos que ya se están construyendo en el sur y el centro del territorio, mostraron imágenes por satélite reveladas la pasada semana por la cadena BBC. En esos lugares se empezará a entregar comida a principios de junio, según los cálculos del Gobierno israelí.

La decisión de Netanyahu de permitir que entre ahora una cantidad reducida de alimentos en la Franja se dirige a dar tiempo a su país para terminar y abrir esas instalaciones mientras se reduce la presión internacional por el calamitoso estado de la población de un lugar donde han muerto por desnutrición 57 niños desde el inicio del bloqueo israelí, según la Organización Mundial de la Salud.

Para ello, Israel franqueará el paso al territorio palestino a “docenas de camiones”, aseguró ante los periodistas Bar Tal. Sin precisar tampoco su número ni su contenido, sí aseguró que serán “suficientes” para cubrir las necesidades de la población gazatí.

Las agencias de la ONU y las ONG internacionales —incluida Oxfam, la organización de Bushra Khalidi— ya han comunicado a Israel que no participarán en ese proyecto. Solo el paso previo que prevé el plan, el desplazamiento masivo por la fuerza militar de la población de Gaza al sur, podría constituir un crimen de guerra, según el derecho internacional humanitario.

Ese proyecto estadounidense e israelí sirve a los propósitos de la operación militar Carros de Gedeón, que Israel ha desatado el pasado fin de semana, según han denunciado diferentes organizaciones humanitarias internacionales. Por ejemplo, al prever que los desplazados se concentren en zonas aledañas a los puntos de distribución cuyo “perímetro” -confirmó este lunes el director del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí- estará vigilado por las tropas del país. En su interior, serán compañías de seguridad privadas estadounidenses; es decir, mercenarios, quienes cumplirán el cometido de “garantizar la seguridad”, recalcó el funcionario israelí.

Eden Bar Tal eludió este lunes responder a las preguntas de la prensa sobre cuáles serán esas empresas. Tampoco quiso responder a cómo se financia la GHF. Para Khalidi, lo que se está poniendo en marcha no son sitios de distribución de alimentos, “sino zonas de control militar, donde los beneficiarios de la ayuda se convertirán en prisioneros”.

Mientras Netanyahu y su ultraderechista aliado político Smotrich reconocían este lunes que han dado luz verde a la entrada de comida en Gaza para que sus aliados les permitan continuar con su guerra, el director del Ministerio de Exteriores recuperaba el discurso oficial de su país hasta este domingo: negar el hambre en el territorio palestino ocupado. Bar Tal aseguró que, gracias a los “25.000 camiones con ayuda” que sostuvo entraron en Gaza en los algo más de 40 días del alto el fuego, su población disfrutaba de un “superávit” de alimentos.

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