Friedrich Merz ha prometido este miércoles que Alemania tendrá “el ejército más fuerte de Europa” en consonancia con la fuerza demográfica y económica de este país. En la primera declaración gubernamental ante el Bundestag, una semana después de su accidentada investidura, el canciller democristiano ha fijado el rearme ante Rusia como una de las prioridades de su Gobierno de coalición con los socialdemócratas.
“Debemos poder defendernos, para no tener que defendernos”, dijo Merz en un discurso de casi una hora. “La fuerza disuade a los agresores. La debilidad, en cambio, es una invitación a atacar”, añadió. Gracias a la reforma constitucional adoptada en marzo, antes de su investidura, el gasto militar no estará sometido a los límites que la Ley Fundamental imponía al endeudamiento. Se calcula que podría elevarse en los próximos años a los 500.000 millones de euros, o más.
Las inversiones deben permitir al Bundeswehr, el ejército federal, convertirse en las primeras Fuerzas Armadas europeas, “de forma convencional”. Es decir, sin contar con las armas nucleares, que Francia tiene y Alemania, no. La ambiciosa promesa representa un giro para un país que, desde el final de la II Guerra Mundial hace 80 años, mantuvo un ejército modesto. Hasta hace unos años, los complejos por el pasado militarista y por el nazismo habrían dificultado una declaración como la de Merz.
La amenaza rusa y la posibilidad de que Estados Unidos retire el paraguas protector a Europa han propiciado el cambio de mentalidad. En realidad, comenzó cuando en 2022 Rusia invadió Ucrania, con el canciller socialdemócrata Olaf Scholz. Ahora se acelera.
Merz tenía que disipar ante el Bundestag la impresión de que su investidura, que requirió dos votaciones, lastrará su mandato y su proyección internacional. El 6 de mayo, fracasó en la primera votación después de que 18 diputados de su mayoría le negasen por sorpresa el apoyo, y le impidiesen alcanzar la mayoría absoluta. La votación era secreta. En el segundo intento, improvisado a toda prisa mientras crecía la inquietud en las capitales europeas y en los mercados, salió elegido. Pero se evidenció la precariedad de la coalición de Gobierno, solo 12 votos por encima del umbral de la mayoría, y la fragilidad del canciller.
“Usted es el canciller de la segunda opción, y esta mancha jamás se la quitará de encima”, le espetó en el Bundestag Alice Weidel, jefa de la oposición y líder del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD). Weidel sabe que hay votantes de la Unión Democristiana y la Unión Socialcristiana bávara, el bloque de centroderecha que lidera Merz, incómodos con la coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD). “Usted es débil”, le echó en cara, “y lo es por un motivo: es un canciller de la izquierda”.
Al no existir en Alemania la fórmula del discurso de investidura, la llamada declaración gubernamental, la primera del mandato, cumple esta función. Fue un discurso pragmático. La coalición con los socialdemócratas ha obligado a Merz a suavizar sus aristas más conservadoras. No se trata, para el Gobierno, de imponer “grandes proyectos ideológicos”, dijo, sino de crear las condiciones y el marco para mejorar la vida de los alemanes.
Merz defendió su política migratoria, que contempla reducir el número de demandantes de asilo rechazándolos en las fronteras y reforzar la presencia policial. Al mismo tiempo, aseguró que las decisiones se adoptarán de acuerdo con el derecho europeo y con los vecinos, un matiz que lleva la marca del SPD. Como la lleva otra declaración del canciller: Alemania “fue, es y será” un país de inmigración.
El “bienestar para todos” –el ideal de Ludwig Erhard, padre del milagro económico de la posguerra, hoy cuestionado tras años de estancamiento y recesión– es otro objetivo de Merz. Para lograrlo, ha tenido que romper con el dogma que él mismo defendía hasta las elecciones de febrero. Al impulsar un plan de endeudamiento e inversiones masivas, provocó el enfado del ala conservadora y liberal de su partido.
Alemania ha entrado definitivamente en la era del gasto, después de años en los que tanto las fuerzas armadas como las infraestructuras quedaron desatendidas y se degradaron. Todo está ligado.
Por eso Merz pudo lanzar esta afirmación: “El Gobierno federal dispondrá en el futuro de todos los medios financieros que el Bundeswehr necesite para convertirse de forma convencional en el ejército más fuerte de Europa”. Hace unos años estas palabras hubiesen desconcertado a los alemanes y espantado a los europeos; hoy parecerán a muchos la conclusión lógica en los tiempos de Putin y Trump.
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