Nuno da Luz, artista portugués nacido en 1984, ha centrado su obra en la creación sonora, ligada a la ecología y al estudio del ruido, y la ha compatibilizado con su labor como editor y como investigador. En 2015 recibió una de las becas de arte de la Fundación Botín, que le permitió participar en París en un programa del Instituto de Estudios Sciences Po, dedicado a arte y política: allí puso en marcha Radio Shanghai, un proyecto de emisión de radio que instaló en el Théâtre des Négociations; simuló, junto a estudiantes internacionales, negociaciones sobre el clima, apropiándose simbólicamente de un pequeño espacio del espectro electromagnético para aludir a nuestra posibilidad de recuperar nuestras vidas de forma más sostenible y también nuestros modos de comunicarnos. El tiempo de la obra se cronometraba atendiendo al mediodía solar, las mareas y las puestas de sol locales.
Este verano, una década más tarde, Da Luz ha regresado a Santander para sumarse al programa Enredos, que el Centro Botín brinda justamente a sus becados, con el fin de apoyar sus trayectorias. Este artista ha buscado convertir el edificio que Renzo Piano diseñó para este museo en un cuerpo acústico capaz de reverberar y de ampliar las frecuencias sonoras de las olas, los vientos y las corrientes de la bahía donde se asienta. Sus piezas se proponen, igualmente, ampliar las resonancias de una selección de trabajos de la Colección Botín, correspondientes a Javier Arce, Katinka Bock, June Crespo & Madi Barber, Tacita Dean, Eva Fàbregas, Asier Mendizabal, Damián Ortega y Jorge Satorre.
Era esperable que la propuesta de Nuno enlazara el edificio con su entorno: al fin y al cabo, sus creaciones se han acercado siempre tanto a los desarrollos del arte ambiental como a las intensidades, los patrones y ritmos de las mareas, el viento o la evolución del clima y, de hecho, a todos los cuerpos implicados en los sonidos que nos rodean: los humanos y los que no lo son, los naturales y los artificiales.
En el Centro Botín podremos prestar atención, no solo visual, a dos nuevas instalaciones sonoras que ha producido junto a la Fundación Botín: continúa estudiando en ellas las posibilidades del sonido a la hora de revelar la arquitectura como una entidad que resuena y se transforma por sendas perceptibles e imperceptibles. En estas creaciones, el sonido adquiere el rol de una fuerza que posibilita trasladar las condiciones atmosféricas de la bahía de Santander al interior de las salas.
Por un lado, Bay of Santander Sonic Disposal Service traduce los datos ambientales de la bahía de la capital cántabra, en sonido y vibraciones, a través de las paredes de las salas de exposición. Esos datos son proporcionados por el Centro Oceanográfico de Santander e incluyen la actividad de las olas, las corrientes, el viento y la temperatura del agua y del aire en las aguas oceánicas frente a la ciudad; además, amplifican las propias vibraciones del edificio, evidenciando sus energías intrínsecas.
Por otro, Collected Airs (Aires recogidos) aúna diferentes improvisaciones de artistas y músicos del contexto portugués. Esta obra, producida con el apoyo de la Embajada lusa en nuestro país, consta de un conjunto de unidades de reverberación (extensas placas de acero suspendidas, dotadas de un transductor que convierte las señales de audio en vibraciones físicas). Este instrumento se ha empleado habitualmente en los estudios de grabación para añadir profundidad espacial, pero Da Luz ha preferido servirse de dicha unidad de reverberación como una presencia escultórica que interactúa con su entorno y puede funcionar más o menos como un cronómetro. Ha invitado, de hecho, a esos intérpretes musicales de su país a improvisar y tocar con cada unidad reverberadora: la actuación de cada uno se ha grabado y se reproduce a través de la placa que se le ha asignado en el Centro Botín. Las placas, además de transmitir esas actuaciones, resuenan con una transmisión en directo de sonidos ambientales procedentes del exterior; cada una sirve, de este modo, como registro musical y como marca de tiempo, preservando las huellas de un momento concreto.

En cuanto a los nexos entre sus obras y las de los fondos Botín, Da Luz habla de resonancias por simpatía, en alusión al fenómeno por el que un objeto inerte vibra como respuesta a una fuente vibratoria cercana con frecuencia armónica similar. Las primeras son siete máscaras escultóricas de Damián Ortega realizadas con objetos y materiales cotidianos que remiten, para el portugués, al potencial de la metamorfosis y a la conexión recíproca con otros seres.
Gracias a una beca de la Botín Asier Mendizábal pudo realizar Signals, Calls and Marches: ofreció a un batería, en lugar de una partitura, un ensayo escrito sobre la historia de diferentes movimientos musicales (jazz, música punk), junto a una descripción del Poblado Aristrain, un barrio vasco construido en los sesenta para las familias de los empleados de las fábricas. Según Nuno, el hilo conductor que Mendizabal proponía entre el jazz, el punk y la estética militar de éste resulta importante para entender una historia subterránea que conecta las resistencias al poder en Estados Unidos y Europa.
Veremos también Feuilles de températures, de Katinka Bock: hojas de cobre suspendidas del techo que eran originalmente las tejas de la cúpula del edificio Anzeiger Hochhaus, construido en los veinte en Hannover. Bock las recuperó tras ser desechadas durante unas obras de renovación y Nuno ha valorado su pasado y sus ruidos.

Oozing 3, de Eva Fábregas, es por su parte una escultura elaborada con hinchables enredados cuya piel resiste la presión producida por el aire que contiene en su interior. Tiene en común con las creaciones de Da Luz su pretensión de materializar el efecto físico de determinadas longitudes de onda de sonido, en nuestro cuerpo y nuestros intestinos, y referirse a cómo podrían interactuar sónicamente con los billones de bacterias que componen nuestra flora intestinal.

La muestra acoge, asimismo, una seria de pinturas de Javier Arce: Sobre lo cercano. Se inspiran en una cabaña de pastores en las montañas de Cantabria, donde el autor vive, y en ellas la naturaleza es un personaje más, a veces próximo y a veces esquivo, como ocurre en las piezas de Nuno. Muy cerca, la instalación escultórica de Jorge Satorre Encuentro formal en el jardín explora el archivo del caricaturista Miguel Covarrubias, depositado en la casa del arquitecto Luis Barragán. Ese artista se fijó sobre todo en los bocetos de manos y pies y en jarrones y vasijas para llevar a cabo un centenar de objetos en barro cocido, convirtiéndolos en volúmenes. Si él buscó dar sentido a fragmentos y restos mediante la especulación y la hipótesis, Da Luz utiliza el sonido como un registro que puede ser también arqueológico, aunque más huidizo. Mientras, Core, de June Crespo y Maddi Barber, es un vídeo que documenta los diferentes estados por los que pasa el material: piedra, polvo, líquido y sólido; en él, unas manos que recorren y manipulan unas esculturas de cemento conviven con el proceso de extracción y transformación de piedras en una cantera.
Por último, desde su época de estudiante interesaron a Nuno los dibujos sobre pizarra de Tacita Dean. Los dos paneles que integran The Wet Prayer se crearon en 2013, en Santander, cuando Tacita expuso en la Fundación Botín, y al acompañarse de los sonidos del mar cantábrico emitidos por las membranas de Nuno cobran fuerza. Según el portugués, más que la mayoría de las representaciones de olas oceánicas que conozco. Y llevo varios años grabando obsesivamente el sonido del oleaje oceánico. Sólo puedo esperar que seamos todo oídos y escuchemos con atención su inquieto e incesante rugido.

“Enredos II: Nuno da Luz”
Plaza Emilio Botín, s/n
Jardines de Pereda
Santander
Del 31 de mayo al 19 de octubre de 2025
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