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El veterano e infravalorado Inter

Algo tiene el Inter de Milán que le convierte en indescifrable para los equipos más granados del continente, finalista de una Champions en la que durante el curso no han podido ganarle Manchester City, Arsenal, Feyenoord, Bayern Múnich y Barcelona, un combo repleto de supervivientes del fútbol que convierten cada partido en una emboscada para los rivales que se presentan ante ellos como favoritos, quizás porque abanderan una vocación de construir ataques a partir del manejo de la pelota.

El Inter es otra cosa, es una visita al dentista, el placer de convertirse en inabordables. “Si hacemos nuestro juego somos injugables”, sentenció mediada esta campaña Henrikh Mkhitaryan, que ha evolucionado de mediapunta a trotón. La frase le persigue durante los últimos meses, así que de vez en cuando entra a matizarla: “Veo cómo juegan y sudan mis compañeros. Somos un equipo muy fuerte”, explicó antes de que se definiesen los cuartos de final contra el Bayern Múnich.

El centrocampista armenio tiene 36 años y es indiscutible en un once en el que son claves el meta Sommer (36) y el líder defensivo Acerbi (37). La media de edad del plantel del Inter es de 30 años y 19 días, la más alta de los 36 equipos que participaron este curso en la Liga de Campeones.

Pero más allá de la estadística está la sensación de que agrupa a tipos que semejaban de vuelta, como Hakan Çalhanoglu, de 31 años, el clásico mediapunta turco poco esforzado, un talento nacido en la diáspora alemana que creció en la Bundesliga gracias a su talento y a la pericia en las acciones a balón parado. El tipo sacaba lustre a su cañón para garantizar una cuota goleadora y de cuando en vez atisbaba algunas líneas de pase que solo aparecen en la mirada de los elegidos. En el verano de 2014 el Bayer Leverkusen le pagó 15 millones de euros al descendido Hamburgo por su ficha y lo vendió en 2017 al Milan por 23. Cuando acabó su contrato, con la carta de libertad en la mano, cruzó de acera al Inter justo el verano en que Simone Inzaghi se hizo cargo del equipo para atrasar su posición unos metros y cambiarle la visión de los partidos. Ahora Çalhanoglu se cree Pirlo y de confianza en sí mismo tampoco va mal. “Soy el mejor pivote organizador del mundo”, explicó durante la pasada Eurocopa. Tras él situaba a Rodri, Kroos, Kimmich y Enzo Fernández.

Çalhanoglu y Mkhitaryan conforman un inopinado trivote con Nicoló Barella, también reconvertido a motorcito. Simone Inzaghi tiene las llaves de arranque. Contra el Bayern insistió antes de los dos partidos en la importancia de sufrir juntos. El tipo, un probo delantero con casi 200 partidos en la Serie A, la mayoría de ellos con el Lazio, siempre estuvo a la sombra de su hermano Pippo, que tenía más puntería en el área. Pero en los banquillos ha resultado un killer que ya suma nueve títulos, seis de ellos (una Liga, dos Copas y tres Supercopas) con el Inter, con el que llevó al límite al Manchester City en la final de la Champions de hace dos años.

Inzaghi ha evolucionado aquel equipo, lo hizo campeón en Italia y ahora lo tiene de nuevo opositando en Europa. Lo hace mientras la entidad combate ante una ruina. La campaña del subcampeonato continental se cerró con 85 millones de euros de pérdidas, la del año pasado con 140 millones más de números rojos. El club cambió de propiedad hace un año cuando el grupo de inversores chino que lo pilotaba no devolvió un préstamo de 395 millones de euros a un fondo norteamericano, Oaktree Capital Management, que tomó el control de la entidad y mantiene a dos perfiles reconocibles como Giuseppe Marotta, leyenda de la dirección deportiva, y al mito de la banda derecha de San Siro, Javier Zanetti. Unos tipos que venden a Onana al Manchester United por 50 millones de euros y lo suplen por Yan Sommer tras pagar siete al Bayern pueden calificarse como maestros.

Sommer es una de las dos incorporaciones más notables del Inter respecto al equipo finalista de hace dos años. La otra es Marcus Thuram, que suple a Edin Dzeko y Romelu Lukaku, y que forma la pareja ofensiva junto a Lautaro Martínez. Thuram es otro caso de redención, otro jugador que llegó libre. Otro excelente negocio como el que envió a Achraf al PSG por 68 millones de euros para suplirlo con Dumfries, que costó 14.

En un contexto de plantillas y coste disparados, el Inter de Milán ajusta cada euro. Quizás por ello se le subestima, pero con sus armas se sabe poderoso. “Determinación y no obsesión. Esa es la clave. El camino que hemos recorrido nos da mucha confianza. Hemos superado un camino muy difícil para llegar a esta final. No queremos parar, los chicos lo saben”, desliza Inzaghi.

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