Estados Unidos y el Reino Unido han alcanzado un acuerdo comercial cinco semanas después del ataque arancelario lanzado por Donald Trump a decenas de sus socios. Los detalles aún no están claros, y se espera que se concreten este jueves desde ambos lados del Atlántico. Por el lado de Washington, será en una conferencia de prensa en la Casa Blanca, convocada, en otro de sus insólitos gestos, por el propio Trump en un mensaje su red social, Truth. En él, vaticinaba que este jueves “debería ser un día muy grande y muy emocionante” para ambos países. Al rato, definió el pacto en otro post como “completo e integral” y dijo que “consolidará la relación” bilateral “durante mucho tiempo”. También, que será “el primero de muchos”. Desde Londres, la confirmación llegó de fuentes de Downing Street, que confirmó que el inminente anuncio lo haría el primer ministro, el laborista Keir Starmer.
Se da por hecho que Trump exagera al emplear las palabras “completo e integral”. Se espera que el pacto se limite a los aranceles con los que el presidente de Estados Unidos amenazó en un pomposo acto en la Casa Blanca el pasado 2 de abril, que bautizó como el “Día de la Liberación”. Castigado por los mercados y asustado por los efectos de sus medidas en la deuda pública, el presidente de Estados Unidos acabó levantando esos gravámenes y dio 90 días en los que alcanzar acuerdos bilaterales con decenas de socios, que, hasta este jueves no habían dado ningún fruto. El acuerdo con Londres no fijará el marco estructural que ambas partes llevan negociando desde la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Los analistas de ambos lados del Atlántico esperan que el nuevo pacto se circunscriba solo a los aranceles impuestos recientemente a las importaciones británicas.
Entre las decenas de países que esperan su turno para fijar nuevos términos para su relación con Washington, el Reino Unido está lejos de ser uno de los más difíciles. Frente a otros socios como la Unión Europea o China, que recibieron gravámenes más severos, Londres se llevó el arancel básico del 10%, al tiempo que le caían las tasas del 25% a los coches, el aluminio y el acero, mientras se esperan nuevos impactos en las industrias farmacéutica y tecnológica. Serán esos los términos de la relación que cambiará el nuevo pacto, y no, por ejemplo, los estándares de alimentación, que son históricamente uno de los puntos de mayor fricción.
En sus mensajes, publicados a las 6:00 hora local (mediodía en la España peninsular), Trump también se felicitó por el “gran honor” de que fuera ese precisamente el “PRIMER” (lo escribió en mayúsculas) país con el que Washington fija un nuevo régimen arancelario desde que aquel volvió a la Casa Blanca y declaró una guerra comercial con la que pretende devolver su grandeza a Estados Unidos (Make America Great Again). El segundo post de Trump destaca la “larga historia y lealtad mutua” que une a ambos países, y concluye con una promesa. “¡Muchos otros acuerdos, que se encuentran en serias etapas de negociación, seguirán!“.
Estados Unidos es el principal socio comercial del Reino Unido, que exporta un volumen de unos 200.000 millones de libras anuales (unos 235.000 millones de euros), con un enorme peso de los vehículos y la industria farmacéutica. El mercado estadounidense es el destino de referencia de la automoción británica, por lo que cabe calificar el pacto como una victoria estratégica para Londres.
Según el Instituto Nacional de Investigación Social y Económica (NIESR, en sus siglas en inglés), uno de los grupos de estudio de referencia en el Reino Unido, la ofensiva arancelaria de Trump podría reducir el crecimiento británico en un 2,5% en solo tres años. De ahí la trascendencia económica de cualquier concesión que pueda obtener el Ejecutivo de Starmer, que tiene, además, un notable interés político en allanar las relaciones con la administración norteamericana.
El primer ministro británico aspira a actuar como puente diplomático entre Estados Unidos y Europa, aprovechando los tradicionales vínculos trasatlánticos y su vocación confesa de estrechar lazos con la UE, una vez suturadas las heridas más profundas ocasionadas por el Brexit. Ser de los primeros países a los que Washington otorga excepciones pone al Reino Unido en una posición privilegiada en el nuevo escenario de realineamiento de fuerzas desencadenado tras la llegada de Trump a la Casa Blanca. Y supone un triunfo importante para Starmer ante su audiencia doméstica.
Además, esta misma semana Londres anunciaba un acuerdo comercial con India, el pacto de mayor alcance logrado por el Gobierno británico tras la salida de la UE. Así, entre uno y otro, el premier puede reivindicar que ha materializado dos de las aspiraciones más codiciadas por los sucesivos ejecutivos británicos. Y, adicionalmente, adquiere un balón de oxígeno para contrarrestar las críticas por su campaña para atraer a Trump, una estrategia muy cuestionada, incluso dentro de su propio partido.
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