Con mucha emoción y preocupación, los rumanos se han volcado desde primera hora de este domingo para votar en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que en primera instancia ganó hace dos semanas el ultraderechista George Simion, con el 41% del escrutinio. Hasta las cuatro de la tarde (una hora menos en España), habían depositado su papeleta el 47% del electorado, frente al 35% del 4 de mayo a esa misma hora. Al crecimiento de la participación ha contribuido en gran medida el fuerte tirón de la diáspora, que empezó a votar el viernes. Con los datos aún provisionales, 1.299.960 personas han ejercido su derecho al voto desde el extranjero, un 75% más que en la primera vuelta.
Simion, líder de la formación de extrema derecha Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), se enfrenta al actual alcalde de Bucarest, Nicusor Dan, en unos comicios en los que los sondeos arrojan un empate técnico entre ambos. Estas elecciones, calificadas como las más importantes de la era democrática, ya que dirimirán el devenir geopolítico del país, tuvieron que repetirse después de que un candidato prorruso y extremista, Calin Georgescu —que ha apadrinado a Simion—, se impusiera en el primer envite en noviembre y el Tribunal Constitucional anulara el proceso por supuesta injerencia rusa. Esto desencadenó una implosión política en este país de la Europa del Este que ha puesto en guardia también a la Unión Europea.
“He votado por un cambio que traiga prosperidad, no por la aventura y desalentar las inversiones; por el camino europeo, no por el aislamiento; por una sociedad en la que se pueda dialogar y en la que no estemos divididos”, afirmó Dan rozando las nueve de la mañana tras ejercer su derecho a voto en un colegio electoral de Fagaras, su ciudad natal, ubicada a 240 kilómetros de la capital.
Más madrugador fue Simion, que se declara admirador del presidente estadounidense, Donald Trump, y ha afirmado que quiere alinearse en Bruselas con el primer ministro húngaro, Viktor Orbán. “He votado contra las injusticias cometidas contra el pueblo rumano, he votado contra las desigualdades y humillaciones a las que fueron sometidas nuestras hermanas y hermanos y aquí en las fronteras actuales y en todas partes, he votado contra los abusos y la pobreza, contra quienes nos desprecian a todos, pero también para que nuestro futuro sea decidido únicamente por los rumanos”, declaró el candidato, quien depositó su papeleta, acompañado por Calin Georgescu, en una sección a las afueras de Bucarest. “He votado por la familia rumana en la que las palabras madre y padre sean santas, por nuestro país aquí y en todas partes, que necesita amor, curarse y reconciliarse”, dijo Georgescu, que está siendo investigado por fraude electoral.
“Espero que la lucha contra el odio y la manipulación gane; quiero una Rumania libre, democrática, donde nos podamos contradecir de un modo civilizado”, remarca Cristina, estudiante de la Facultad de Ingeniería Aeroespacial de Bucarest. Lleva esperando más de media hora para votar en el colegio electoral situado en el Complejo Regie, el campus universitario. “Voto por los valores con los que he crecido, el respeto y el rumbo europeo”, prosigue esta joven, que mira orgullosa a su alrededor por la movilización que está encabezando su generación. “Es un momento crucial para nosotros, no podemos apartarnos de Europa”, recalca María, estudiante de Ingeniería Química, al mismo tiempo que se muestra esperanzada mientras señala la larga cola de personas que desean votar.
“Nos interesa el futuro de Rumania, no perdemos la esperanza de que el país debe seguir avanzando”, explica Alex, profesor de Historia, a su salida del Instituto Spiru Haret, en el centro de Bucarest, donde muchos ciudadanos también esperan pacientemente. “Indiferentemente de quien salga presidente, debemos estar contentos porque hemos expresado nuestra voluntad”, agrega. A su lado, Raluca se muestra más escéptica con los votantes de Simion. “Muchos dicen que no lo votan por temor, pero lo harán porque están hartos de la actual clase política, que lleva gobernando desde hace más de una década”, asegura esta contable de una empresa extranjera.
Para Cristian Preda, profesor de Ciencias Políticas, Rumania no había vivido antes una interferencia del Kremlin como la sufrida ahora. “El apoyo expreso de altos cargos rusos y de Alexander Dugin [el ideólogo del presidente Vladimir Putin] a Georgescu ha cambiado el objetivo de los comicios, ya que Rusia nunca se había implicado en los procesos electorales de Rumania hasta este momento, jamás había apoyado a un candidato a la Jefatura de Estado”.
El politólogo, que fue secretario de Estado en el Ministerio de Exterior, destaca que Rumania había gozado de una saludable alternancia democrática hasta 2012, con un partido en el poder y su contrincante en la oposición. Pero, desde entonces, las dos principales formaciones —el Partido Social Demócrata (PSD) y el Partido Nacional (PNL)— sellaron una alianza que ha monopolizado los gobiernos y provocado que las alternativas hayan frenado el nacimiento de otras formaciones. “Nicusor creó la Unión Salvar Rumania (USR) en 2016 con ideas europeístas, mientras que George Simion cofundó en 2019 la formación de extrema derecha Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), que ha aunado a los nostálgicos tanto del comunismo como del fascismo rumano del periodo de entreguerras”, desmenuza Preda.
Además, advierte de cuatro escenarios que tacha de “apocalípticos” si Simion llega al Palacio Cotroceni, sede de la Presidencia. Primero, sería el nombramiento de Georgescu como primer ministro. “Este personaje, que habla de impulsar la economía rumana a través de la industria del caballo, crearía una importante crisis económica por su falta de conocimientos y sus ideas poco ortodoxas”. En un segundo, forzaría su designación como jefe del Ejecutivo: “Si no se elige a Georgescu en 60 días, el Parlamento —donde las fuerzas de extrema derecha suman el 32% de los escaños— se podría disolver y obligar a ir a unas elecciones legislativas anticipadas”.
En tercer lugar, Simion quiere organizar un referendo en el que los rumanos puedan determinar si la decisión del Tribunal Constitucional de anular la primera vuelta de las presidenciales en noviembre fue correcta. “Si gana que no se debieron cancelar, se celebraría de nuevo supuestamente para volver a la vida democrática”, indica. Y, como último escenario, ha propuesto otro plebiscito para cambiar al país de una República a una Monarquía, un trámite que la Constitución no permite, según Preda, pero cree que Simion podría incluso llegar a pasar por encima de las decisiones del Tribunal Supremo y firmar un decreto que lo imponga.
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