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El apagón masivo en España despierta la solidaridad entre vecinos

   MADRID, 29 Abr. (EUROPA PRESS) –

   El apagón masivo que ha dejado sin luz a la Península Ibérica durante buena parte de este lunes ha traído consigo momentos de solidaridad, compañía y el regreso de antiguas formas de comunicarse en un momento en el que los ‘smartphones’ dejaron de funcionar.

   Poco después del corte de electricidad, en un barrio de la periferia de Madrid, un farmacéutico se acerba a la panadería a comprar pan y unas empanadas para la comida. La panadera, visiblemente agobiada por la situación, se quejaba por que no podría echar el cierre eléctrico por la falta de luz. «¡A ver cómo bajo yo luego la persiana tiendo la espalda como la tengo!», se lamentaba la mujer ante una fila de una decena de clientes. Rápidamente el farmacéutico le contestaba: «No te preocupes. Cuando tengas que cerrar nos lo dices y te ayudamos, que estamos aquí al lado».

   Al irse la luz, César se acordó de sus vecinos de arriba. El matrimonio vive en un undécimo piso y, sin ascensor, bajar a la calle ante cualquier necesidad se convertía en un problema para el matrimonio. «Voy a subir a ver si están bien», le dijo César a su mujer, a la que le pareció una buena idea. Al tocar la puerta, Antonio estaba tranquilo. «Muchas gracias, César. Estamos bien. Tenemos mucha comida para varios días. Si necesitéis algo vosotros, no dudéis en venir, que aquí estaremos», le explicó el octogenario a su vecino.

   A la hora de comer, cuando muchas empresas y negocios habían decidido ya enviar a sus trabajadores a casa, compañeros de trabajo y amigos se reunían en los portales y en las terrazas para informarse los unos a los otros y tranquilizarse entre ellos.

   Por la tarde, el nerviosismo entre algunos ciudadanos por la falta de suministro ya era bastante evidente y muchos salieron de sus trabajos y domicilios hacia los supermercados para hacer acopio de alimentos y otros bienes de primera necesidad, dejando muchos estantes vacíos. En la larga cola para pagar, una mujer con un carro repleto de alimentos le cedía el paso a una chica que había entrado a comprar un par de yogures y unas galletas para la merienda de su hija. «Si solo llevas eso, pasa tú primero», dijo con ademán decidido.

   Saliendo de una tienda con un carro de la compra lleno, un chico le decía a su pareja: «Dale las gracias a esa mujer que nos ha pagado 65 euros». Otro de los problemas ante la falta de suministro eléctrico, fue que la gente no tenía dinero en efectivo para hacer los pagos.

   Claudia Delgado, vecina de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), ha agradecido al restaurante indio Noor Mahal Sanlúcar la solidaridad mostrada por este local. Ante el desconcierto por el apagón eléctrico «fui a comprar arroz cocido para mi hijo, que es muy malo para comer. Cuando llegué les pregunté si tenían arroz cocinado, me dijeron que sí», comentaba Delgado, que añadía que el dueño le indicó que cocinaban con gas, y que si algún vecino necesitaba comer, tenía allí sus puertas abiertas y no le cobraría.

   En una terraza cercana a la Glorieta de Marqués de Vadillo (Madrid), una mujer tomaba algo con su hijo. Trabajadora en el Tanatorio de San Isidro, la mujer se quedó tomando algo mientras hacía tiempo para que el tráfico se descongestionara, pues los alrededores de la Glorieta estaban cortados y sin posibilidad de utilizar la M-30, con los túneles cerrados por el apagón del suministro eléctrico.

   «También me he quedado por el barrio para ver si puedo dar con mi padre, que vive aquí», relata a Europa Press. Como no lo logró, le dejó un mensaje escrito en papel a bolígrafo y pegado en la puerta de la casa. «Papá, hemos venido a verte y estamos en bar de abajo», explica preocupada, con la esperanza de que su padre pudiera leer la nota. Finalmente, se marchó sin haber podido localizarle y, con su hijo, fue de nuevo a pasear por el barrio con la esperanza de poder encontrarse.

   Claudia dejó un anuncio en papel en una de las cristaleras de la Fundación Esclerosis Múltiple, en Plaza de Castilla, para poder encontrarse con Juan a falta de aplicaciones de mensajería. «Juan, soy Claudia. Estoy bien. Cada 30 minutos me acercaré aquí para ver si llegas a por mi», recoge en su mensaje.

LOS TAXISTAS, FUNDAMENTALES

   Con la ciudad colapsada durante las primeras horas, los taxistas fueron fundamentales para aquellos que se quedaron sin posibilidad de regresar a sus casas en ciudades como Alcalá de Henares. Carlos, un taxista de Torrejón de Ardoz, se prestó a llevar a una mujer a casa con el poco dinero en metálico que llevaba encima. En otros casos, fiaron trayectos a pasajeros que no contaban en esos momentos con efectivo.

   Lo mismo se pudo ver en Barcelona, donde taxistas y conductores de VTC ofrecieron carreras gratis a personas que no podían llegar a sus destinos y buscaban alternativas, y también conductores que cobraban pero se fiaban de sus pasajeros: una clienta se intercambió el número de teléfono con el taxista que la llevaba al Aeropuerto de Barcelona para pagarle en cuanto pudiera, al no llevar efectivo ni poder pagar con tarjeta.

VECINOS RESCATAN A PASAJEROS DE TRENES VARADOS

   Los vecinos de las localidades cercanas donde quedaron varados diferentes trenes se volcaron con el rescate de los pasajeros a quienes ofrecieron comida, bebida, colchones o mantas. Es lo que ocurrió en Tocón, una pedanía de Íllora (Granada); y en las localidades de Malagón, Tarancón, Puertollano, Brazatortas y Fuente el Fresno, en la provincia de Ciudad Real.

   Faltaban 33 kilómetros para que el tren Alvia procedente de Barcelona hiciese su próxima parada en Logroño, a las 12,52 horas, cuando el tren se paró con cerca de 170 pasajeros dentro frente a la estación de Alcanadre. Gracias a la buena voluntad y el apoyo de los trabajadores y propietarios de la bodega Gómez Aguirre, los pasajeros recibieron comida y agua, y algunos pudieron llegar en coche a Logroño.

   Una carnicería del norte de Granada capital decidió vender el género a precio de coste antes de que se descongelara y en Cenes de la Vega, en el área metropolitana, varias vecinas salieron a socorrer a ancianas sin luz o a comprar pilas y velas.

   A primera hora de la tarde, todavía quedaba personal y estudiantes en el campus de la Universidad Camilo José Cela (Madrid), que no podían llegar andando a sus casas y que tampoco podían ser acogidos por ningún compañero. Un trabajador comentó a Europa Press cómo cortaron el generador en ese momento por si acaso tenían que hacer noche allí. «No vamos a dejar a nadie en la calle», dijo.

   Merche, de 75 años, se mostró muy agradecida tras ser rescatada por policías y servicios de emergencia, al quedar encerrada una hora en un pasillo entre dos ascensores de la estación de la plaza Cataluña de Barcelona: «Han hecho lo imposible para sacarme. Mejor trato no he podido recibir», explicó a Europa Press. Por la noche, los vecinos de media docena de edificios de un lado y otro de la Rambla Badal, una amplia avenida de la ciudad condal, hicieron juegos de luz con linternas iluminándose unos a otros con sus móviles mientras seguían a oscuras, y también pusieron música para amenizar la espera.

   En la localidad vizcaína de Basauri, Julio, de 92 años, salió a pasear, como todas las mañanas, con Nancy, la mujer que le acompaña y hace las tareas del hogar en su casa. Cuando volvieron, el ascensor había dejado de funcionar por el apagón eléctrico. Nancy cargó con el andador, mientras ayudaba a Julio a subir, una a una, las escaleras hasta llegar al domicilio, en un noveno piso, en el que residen.

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