El sostén del que dependen los más de dos millones de gazatíes está en entredicho. Estados Unidos e Israel están decididos a impulsar una iniciativa que controlaría el reparto de ayuda en la Franja. Expertos alertan de que su aplicación desplazaría a la ONU, el principal actor humanitario del territorio, y que dejaría una de las mayores crisis humanitarias del planeta en manos privadas.
Según sus partidarios, este nuevo mecanismo —que se espera que entre en vigor en algún momento indeterminado a finales de mes— permitiría asegurar que ningún gramo de harina llegue a Hamás. “El presidente [Donald] Trump pide una solución creativa que asegure la paz, que proteja a Israel y que deje a Hamás con las manos vacías”, declaró un portavoz del Departamento de Estado de EE UU en declaraciones al diario Financial Times. “Con su liderazgo inspirador, estamos a pasos de distancia de una gran victoria para todos”, subrayó el portavoz, que instó a la ONU a cooperar con la iniciativa.
El proyecto, que incluye contratistas estadounidenses, estaría formalmente impulsado por la Fundación Humanitaria de Gaza, una entidad opaca y de financiación desconocida. Su director ejecutivo, Jake Wood, es un antiguo marine estadounidense con experiencia en distribución humanitaria durante catástrofes naturales, pero buena parte del resto del organigrama es una incógnita.
Soldados israelíes y mercenarios extranjeros —a quienes se ha visto aterrizar en Israel recientemente— asegurarían “zonas estériles” y libres de presencia de Hamás desde las que se llevaría a cabo el reparto. La prensa israelí prevé que la firma UG Solutions, con sede en Carolina del Norte, se haga cargo de la distribución de la ayuda. El grupo tiene experiencia con algunos puntos de control en la Franja durante la corta tregua que terminó en marzo, pero ninguna en la gestión de multitudes. Esto choca con el plan del pretendido mecanismo, que establecería cuatro puntos de reparto en la mitad sur del enclave.
Cada uno de estos puntos abastecería a 300.000 personas, algo que voces críticas ven difícil de llevar a cabo de manera segura en un territorio lleno hambre y de desesperación. Se desconoce con qué protocolos internos operarían los agentes de seguridad a sueldo de este proyecto impulsado por Washington y apoyado por Israel, ni qué harían en caso de perder el control sobre multitudes hambrientas. En 2007, los hombres de la compañía de seguridad estadounidense Blackwater -ahora, Constellis Holdings- mataron a 17 iraquíes en Bagdad mientras protegían un convoy de la Embajada de EE UU.
Desplazar a la población
Otros ven en la iniciativa una voluntad de desplazar a la población civil. “Es una maniobra que pretende concentrar dos millones de personas en un área pequeña”, advirtió un alto cargo de la Autoridad Nacional Palestina, con sede en Ramala (Cisjordania), al diario israelí Haaretz: “Tememos que pretenda establecer el camino hacia la expulsión masiva. Israel no necesitará emitir órdenes de evacuación. Simplemente coloca cuencos de comida, como se hace con los gatos callejeros, y se espera que la gente acuda. Desde allí, están a solo un paso de abrir la frontera con Egipto e invitar la población a cruzarla”.
El sábado, un conglomerado de clanes en Gaza -grandes familias con destacado peso social- rechazaron el plan, con el argumento de que pretende “militarizar esfuerzos humanitarios y transformarlos en herramientas de control y espionaje”. Su aplicación en el enclave palestino, advirtieron, supone una “línea roja”.
La ONU ha afirmado que no cooperará con la Fundación Humanitaria de Gaza, cuyo proyecto es visto por algunos como una continuación de la ocupación del territorio. Tamara Alrifai, directora de comunicación de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), expresa que ya existe un sistema humanitario con reconocimiento internacional que funciona cuando hay voluntad política, y denuncia que el mecanismo que pretenden emplear Estados Unidos e Israel “contravendría los principios de independencia, humanidad y neutralidad”.
La ayuda humanitaria, lamenta Alrifai en declaraciones a EL PAÍS, se ha utilizado como “un arma de guerra” desde el inicio de la ofensiva, “rompiendo con el derecho internacional humanitario”. La portavoz añade que las alegaciones israelíes de desvío de material humanitario hacia Hamás “son parte de una campaña sistemática de desinformación”. Desde hace años, tanto Trump como el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, han tratado de menoscabar todo lo relativo a la UNRWA. Con todo, la reciente entrada de camiones a la Franja no despeja dudas sobre el futuro inminente de la acción humanitaria que proteja a millones de gazatíes.
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