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Buscador | Las 143 órdenes ejecutivas que Trump ha firmado en los primeros 100 días de mandato

Donald Trump decidió no esperar a llegar a la Casa Blanca para empezar a gobernar por decreto. Tras asumir el cargo de presidente el 20 de enero a mediodía, tal y como marca la Constitución, se dirigió a un estadio cubierto cercano. Allí hizo colocar un escritorio para firmar sus primeras órdenes mientras la multitud le aclamaba. Desde entonces, Trump ha firmado más normas que ningún otro presidente en los 100 primeros días en el cargo, especialmente del tipo conocido como órdenes ejecutivas, el decreto presidencial por excelencia. Han sido en total 143, incluyendo las 26 que firmó el primer día y la firmada el centésimo. Todas ellas se incluyen en este buscador por fechas y categorías, con enlaces a los textos de las mismas.

Todas las órdenes ejecutivas firmadas por
Trump en 2025


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Las órdenes firmadas por Trump en este plazo superan las 99 de Franklin Delano Roosevelt, el presidente que con la hiperactividad del inicio de su mandato y con la referencia a los “100 días” en una intervención radiofónica en 1933 marcó el estándar por el que se mide la actuación de un presidente en el inicio de su mandato.

Roosevelt plantó cara a la Gran Depresión desde su llegada a la Casa Blanca. Además de sus decretos presidenciales, logró sacar adelante en el Congreso leyes de enorme calado en los 100 primeros días en el cargo, algo que Trump no ha conseguido (ni prácticamente intentado).

El actual presidente, que dijo que sería dictador el primer día, ha ido dictando decretos un día tras otro en una exhibición de poder ejecutivo sin precedentes, forzando con frecuencia las competencias que le corresponden. Los firmados se acercan a los 162 que firmó Joe Biden, su antecesor, durante sus cuatro años completos en el cargo. El propio Trump, en su primer mandato, puso su rúbrica a un total de 220 en cuatro años. Nunca ha habido 100 días como estos. En el mismo plazo de su primer mandato, Trump dictó 33 órdenes; Biden, 42, y ningún presidente entre Richard Nixon y Barack Obama alcanzó los 20 decretos de ese tipo en 100 días.

El republicano ha demostrado que no necesariamente quiere ni necesita al Congreso para intentar alcanzar sus objetivos. El presidente ha emitido casi 10 veces más decretos de este tipo que la suma de los cinco primeros presidentes y más que 15 presidentes juntos. Es el acto preferido por Trump, un ejercicio de poder en estado puro: lo que firma pasa a estar en vigor. El presidente usa un rotulador negro especial, un Sharpie de trazo grueso, para su característica rúbrica, que le gusta exhibir ante las cámaras tras cada firma.

En ocasiones, Trump ha convertido la aprobación de decretos en un espectáculo con invitados. Mujeres deportistas, mineros o estudiantes acudieron a la Casa Blanca para la firma, respectivamente, de los decretos contra la participación de personas trans en el deporte femenino; el impulso al carbón o el desmantelamiento del Departamento de Educación.

Quizá el acto más solemne de firma de una orden ejecutiva fue la del mal llamado “Día de la Liberación”, con los mal llamados aranceles recíprocos, quizá el mayor patinazo del presidente en sus 100 primeros días. Tras el caos provocado en los mercados, Trump tuvo que rectificar cuando los aranceles no llevaban ni 24 horas en vigor, en uno de los erráticos movimientos de su política comercial, a la que ha dedicado una decena de decretos que no dejan atisbar una estrategia coherente, sino más bien un caótico proceso de toma de decisiones.

Más allá de los montajes para algunos decretos especiales, la mayoría de las veces Trump se ha limitado a dejar acceder a un pequeño y escogido grupo de periodistas al Despacho Oval mientras él va firmando los decretos y contestando a preguntas sobre ellos o sobre cualquier otra cuestión. A veces también tiene invitados, sean miembros de su Gabinete o no. Elon Musk estuvo presente con su hijo X a hombros mientras Trump firmaba un decreto para facilitar los despidos en las agencias federales.

Muchas han potenciado esa iniciativa controvertida, el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) de Musk, que pese a su nombre no es, en sentido estricto, un departamento de la Administración como el del Tesoro, el de Defensa o el de Educación, sino una agencia que ya existía y a la que se le ha cambiado el nombre. Muchos de los decretos y decisiones relacionados con el personal de la Administración están impugnados en los tribunales. El DOGE ha recortado la plantilla federal con despidos y bajas incentivadas en unas 250.000 personas en 100 días. El organismo, sin embargo, no logra ni de lejos alcanzar los ahorros que había prometido y puede acabar costando más de lo que ahorra, por pérdidas de eficiencia o de recaudación asociadas a sus recortes.

Otras veces le acompañan en la firma el secretario de Comercio o el del Tesoro, o ciudadanos relacionados con el asunto de que se trate. En esos encuentros, a preguntas de los periodistas, Trump puede hablar de la guerra comercial, de la de Ucrania o de la de Gaza sin solución de continuidad, con frecuencia reiterando buena parte de los bulos que lanzaba durante la campaña electoral para justificar sus medidas.

El presidente ha forzado los límites constitucionales de su autoridad, con abusos de poder, represalias a los disidentes políticos, invasión de las competencias del Congreso o desprecio por la Constitución. Decenas de sus decretos están impugnados en los tribunales. Hay más de 200 demandas contra ellos. El pulso judicial puede acabar en muchos de los casos ante el Tribunal Supremo, que tiene una mayoría conservadora de seis miembros frente a tres progresistas. Tres de esos magistrados los nombró el propio Trump en su primer mandato. Sin embargo, ya han dejado claro que no darán un cheque en blanco a Trump con sus medidas. En una de sus decisiones más destacadas, frenaron la deportación de inmigrantes mediante la Ley de Enemigos Extranjeros —una ley de 1798 pensada para tiempos de guerra—.

Buena parte de las órdenes van dirigidas a poner coto a la inmigración irregular, otras a poner en marcha una reforma drástica de la Administración con despidos masivos y otras, en su deriva autoritaria, son represalias contra sus enemigos políticos. Muchas eliminan protecciones medioambientales en favor de las energías fósiles. Hay órdenes de enorme calado (como las de los aranceles o varias relacionadas con la inmigración, incluida la que pretende eliminar para hijos de inmigrantes sin papeles la adquisición de la nacionalidad por nacimiento en territorio estadounidense). En cambio, hay muchas que son meramente simbólicas, menores o vacías de contenido práctico. Así, mientras una orden ejecutiva detona una guerra comercial mundial, otra pretende que salga más agua por la ducha.

Otras órdenes han intentado desmantelar organismos, como el Departamento de Educación y USAID, la agencia de ayuda exterior, dependiente del Departamento de Estado. Trump también aprobó por decreto retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París sobre el cambio climático o de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Aranceles, inmigración, represalias a bufetes de abogados, personas transgénero… Las medidas han intentado imponer una visión trumpista del mundo, sin tener en cuenta al Congreso, que en gran medida ha permanecido en silencio ante la invasión de sus competencias. Serán los tribunales los que acaben decidiendo sobre la validez de decenas de las normas.

Créditos

Formato: Carlos Muñoz, Brenda Valverde Rubio y Guiomar del Ser

Dirección de arte: Fernando Hernandez

Fuente: Noticia original