Jose Oliva | Barcelona (EFE).- La catedrática de Literatura Española de la Universidad de Barcelona Ana Rodríguez Fischer se «mete en la mente» de Maruja Mallo y le da voz en ‘Notre Dame de la Alegría’, una novela centrada en la mítica pintora e ilustradora surrealista, de la que en 2025 se conmemora el 30 aniversario de su fallecimiento.
‘Notre Dame de la Alegría’ (Siruela) representa para Ana Rodríguez Fischer una revisitación ampliada de la vida de la artista más surrealista de la generación del 27, que la autora ya abordó en la novela con la que debutó, ‘Objetos extraviados’, publicada en 1995 y que ganó el Premio Femenino Lumen.
Aunque no tenía previsto volver a Maruja Mallo, finalmente lo hizo a petición de Siruela y fue «una reescritura bastante laboriosa y profunda», porque cuando la escribió acababa de hacer la tesis doctoral, de haber estado moviéndose por los ismos, las vanguardias, los años 20.
«Todas las referencias brotaban y Maruja Mallo aparecía por todas partes, con Dalí, con Lorca, con Buñuel, con Alberti y con Neruda», ha dicho Rodríguez Fischer en una entrevista con EFE.
Soliloquio de Maruja Mallo
Extrañada por que no hubiera una biografía de Mallo, pero sin intención de hacerla, Rodríguez Fischer se inventó «una especie de rememoración, de soliloquio», mientras que ahora, como si fuera una lectora externa, ha «esponjado la escritura» y ha despojado de ortodoxia el uso del monólogo interior.
Su intención nunca fue hacer una biografía ni un estudio canónico, quería «evocar ese mundo, meterme en la piel de Maruja Mayo, hacer que se expresara», asegura la autora.
También ha desarrollado algunos episodios que entonces estaban únicamente apuntados, en algún caso utilizando documentación adicional: «Sabía lo que había dicho María Zambrano de Mallo, pero no tenía constancia de en dónde hubieran podido coincidir, y me apareció una de las dos sentadas en dos toros de Guisando».
La localización de otra foto de la pintora con Pablo Neruda también le permitió crear una escena nueva de ambos en la isla de Pascua.
A sus veinte años, Ana María Gómez González, nacida la noche de Reyes de 1902 en Viveiro (Lugo), y cuarta entre catorce hermanos, llegó a Madrid desde Avilés, donde su padre, funcionario del cuerpo de Aduanas, había recalado desde su Galicia natal.

Experiencia en la Residencia de Estudiantes
La pulsión por el arte la llevará a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y, sobre todo, a la Residencia de Estudiantes, donde se acabará transformando en Maruja Mallo, la pintora, la transgresora, la mujer libre que participó de la gran fiesta intelectual del momento junto a Lorca, Buñuel, Alberti, Dalí, Concha Méndez, Margarita Manso o María Zambrano.
«Al haber nacido en Viveiro y vivido en Avilés, sí me atreví a reconstruir su infancia porque no había pasado tanto tiempo y yo soy de la parte occidental de Asturias; y a partir de sus viñetas para las portadas de la Revista de Occidente, que tienen motivos frutales, pude evocar los mercados de su niñez», comenta la autora.
Otra de las escenas nuevas incluidas es la protagonizada con Andy Warhol durante su visita a Madrid, recreada, reconoce, a partir de esa icónica foto que Mallo guardaba en su mesita de la residencia geriátrica donde pasó los últimos diez años de su vida, «una foto antitética con la otra que tenía, con el rey Juan Carlos entregándole la Medalla de Oro de las Bellas Artes.
Recuperación de muchas obras
En estos treinta años que han pasado entre ambas novelas, «se ha recuperado mucha obra de Mallo, algunas pinturas que se daban por perdidas o que no se sabía dónde estaban, pero sigue habiendo muchas lagunas, de sus años en el exilio, de sus exposiciones, de algunas conferencias y algunos viajes».
Como ya hiciera con su anterior novela, ‘Antes de que llegue el olvido’, premio Café Gijón, con un encuentro ficticio entre las poetas rusas Anna Ajmátova y Marina Tsvietáieva, Rodríguez Fischer se ha permitido algunas licencias poéticas, en esta ocasión con un encuentro en París entre Mallo y María Blanchard, «otra pintora que permanece muy olvidada».
Para la escritora, lo que hace especial a Maruja Mallo, en el contexto de la generación del 27, es que «estuvo en la avanzadilla, pero tuvo la capacidad de evolucionar, pasó del surrealismo a la estética de la escuela de Vallecas, y además destacó por la diversidad de su obra, con escenografías, pinturas, ilustraciones o cerámica».
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