La superviviente del Holocausto y símbolo de la cultura alemana de la memoria Margot Friedländer, que murió el 9 de mayo a los 103 años, ha sido enterrada este jueves en Berlín en una ceremonia en la que se rindió homenaje a su incansable compromiso con la humanidad y contra el odio.
A lo largo de su vida se convirtió en una testigo de los crímenes nazis más conocida y activa en la esfera pública alemana. Hasta sus últimos días, advirtió repetidamente contra el antisemitismo, el nacionalismo y el racismo en Alemania y en el mundo. Pero siempre sin odio. “No hay sangre cristiana, ni sangre judía, ni sangre musulmana, solo hay sangre humana, y debemos respetar a las personas”, decía.
El presidente de la comunidad judía de Berlín, Gideon Joffe, recordó la deportación y el encarcelamiento de Friedländer en el campo de concentración de Theresienstadt (en la entonces Checoslovaquia ocupada) y el asesinato de su familia en el campo de exterminio de Auschwitz. “Pero a partir de ese pasado, se convirtió en alguien que no quería odiar, sino recordar, no acusar, sino contar”, declaró. “Friedländer simbolizaba lo que se entiende por ser humano: calidez, cercanía, empatía”.
A la ceremonia fúnebre en el cementerio judío de Weissensee, en el noreste de Berlín, donde fue sepultada al lado de sus abuelos, asistieron, entre otras personalidades, la excanciller Angela Merkel; el jefe de Gobierno alemán, Friedrich Merz, y el presidente federal, Frank-Walter Steinmeier. Esta asistencia política de alto nivel fue calificada por Joffe como “una señal fuerte y digna”.
El rabino Jonah Sievers, de la comunidad de la sinagoga de Friedländer en la calle de Pestalozzi, en el oeste de Berlín, calificó a la difunta de “brújula moral” y destacó que no solo fue testigo de su época, sino también un “puente vivo entre el pasado y el presente”. “Friedländer dejó una huella que trasciende la muerte”.
Después del final de la II Guerra Mundial, Friedländer emigró a Estados Unidos con su marido, al que había conocido en el campo de concentración de Theresienstadt. No fue hasta años más tarde cuando expuso públicamente lo vivido durante el Holocausto. Se dio a conocer, entre otras cosas, por su autobiografía, titulada Versuche, dein Leben zu machen (Intenta hacer tu vida).
En 2010, a la edad de 88 años, decidió regresar definitivamente a su ciudad natal, Berlín. Al año siguiente fue galardonada con la Cruz Federal al Mérito y en 2018, la capital alemana le concedió la ciudadanía de honor. Como testigo de la época, se comprometió a luchar contra el olvido de los crímenes nazis y dio charlas en colegios y actos públicos. En ellos, advirtió del aumento del antisemitismo. “No me sorprende. Solo estoy decepcionada y triste”, declaró al respecto en 2023.
En este contexto, el periodista alemán Richard C. Schneider escribió en una columna en Der Spiegel que las reacciones a su muerte plantean una pregunta incómoda: “¿Se toma tan en serio el presente judío como el pasado?”.
Para el periodista, Friedländer encarnaba ante todo el recuerdo. “Lo que les falta a los judíos en la Alemania actual es que la sociedad mayoritaria afronte la cruda realidad del aquí y ahora”, apuntó en un momento en el que han aumentado los ataques antisemitas en el país, donde el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) fue segundo en votos en las pasadas elecciones generales.
Cuestión de Estado
La tensión en torno a la guerra en Gaza ha llegado también al Parlamento alemán, donde su presidenta, Julia Klöckner, reprendió esta semana a la bancada de La Izquierda (Die Linke) por gritar “no hay guerra, hay genocidio” durante un discurso en el que el canciller Merz volvió a recordar que “la existencia y seguridad de Israel es una “cuestión de Estado” en Alemania.
La Izquierda aprobó en un congreso del partido en 2020 la denominada Declaración de Jerusalén, que establece una distinción clara entre el antisemitismo y la crítica a Israel. Y rechazó la definición de antisemitismo de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto, que a su modo de ver se ha convertido en un instrumento represivo para impedir las críticas molestas y la protesta política.
“No hay lugar para la ambigüedad en la protección de los judíos, tanto aquí como en Israel. El derecho a la existencia de Israel sigue siendo parte indiscutible de nuestro ADN. Sin embargo, las críticas al Gobierno israelí no son antisemitismo”, declaró el líder de La Izquierda, Jan van Aken.
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