La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump han hablado este domingo por la noche, en el horario europeo, sobre lo poco que avanzan las negociaciones arancelarias que mantienen Bruselas y Estados Unidos. A comienzos de abril, tras la imposición de los mal llamados “aranceles recíprocos”, ambas partes se habían dado tres meses para llegar a un acuerdo. Es decir, hasta el 9 de julio. Pero el viernes Trump sacudió el tablero amenazando con imponer derechos aduaneros del 50% a las importaciones de la UE ante lo poco que avanzaban las negociaciones. Ahora la alemana viene a pedirle paciencia y que aguarde hasta el plazo inicialmente previsto antes de tomar decisiones.
Good call with @POTUS.
The EU and US share the world’s most consequential and close trade relationship.
Europe is ready to advance talks swiftly and decisively.
To reach a good deal, we would need the time until July 9.
— Ursula von der Leyen (@vonderleyen) May 25, 2025
Esta llamada es la segunda en 48 horas desde que el presidente estadounidense lanzó su amenaza. El mismo viernes por la tarde el comisario de Comercio, Maros Sefcovic, habló con sus contrapartes de Washington, Howard Lutnick, secretario de Comercio, y Jamieson Greer, representante de Comercio. Al acabar la conversación, el jefe negociador europeo exigió “buena fe” y que no hubiera amenazas.
Von der Leyen ha lanzado un mensaje más conciliador. No hay referencia alguna a que si no hay acuerdo la Unión responderá con represalias a los aranceles que impone Estados Unidos. La alemana ha señalado que “Europa está lista para avanzar rápida y decisivamente en las conversaciones. Para alcanzar un buen acuerdo, necesitaríamos tiempo hasta el 9 de julio”.
No ha habido muchas conversaciones entre la presidenta de la Comisión y el inquilino de La Casa Blanca desde que este tomó posesión. Von der Leyen no ha conseguido reunirse con él, algo que sí han hecho mandatarios europeos como la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. Solo se dieron la mano en el funeral del papa Francisco. A pesar de esto, se ha movido con prudencia para no dificultar las negociaciones y, de hecho, ella habla de “una buena llamada”.
Washington y Bruselas han mantenido varias reuniones y bastantes más conversaciones sobre los aranceles antes y después de que Trump lanzara sus primeras medidas proteccionistas, un 25% de derechos de entrada para el aluminio, el acero, los automóviles y los componentes de los coches. Después llegaron los aranceles masivos, que Trump suspendió parcialmente durante tres meses para llegar a pactos con todos los países y áreas económicas afectadas, entre ella la UE. Ante esa tregua parcial, Bruselas decidió suspender su primera andanada de contramedidas. Ese plazo, en teoría, acabaría el 9 de julio.
Más allá de plazos, el problema para Bruselas —y las demás capitales europeas— es que no se sabe bien, pese a todas las idas y venidas de las últimas semanas, qué busca exactamente Estados Unidos, o más bien el propio Trump, con este pulso arancelario. No es la primera vez que la UE pide a Washington que “defina su posición”, como dijo ya días después de la tregua arancelaria alcanzada en abril un portavoz comunitario. Porque para negociar, ante todo se debe saber qué se quiere negociar. ¿Quiere Trump con su guerra comercial con Europa recaudar más para financiar las rebajas de impuestos que ha prometido en su país? ¿O quiere volver a impulsar la industria norteamericana?
Otro problema añadido es el interlocutor. Porque, al igual que en otros escenarios, como en la guerra de Rusia contra Ucrania donde Trump se ha erigido como un mediador autoproclamado —con resultados hasta ahora escasos—, tampoco está claro en la guerra comercial quién en la escala del gobierno norteamericano tiene voz autorizada para hablar en nombre de Trump, más allá de él mismo.
Pese a todo, en las últimas semanas, las conversaciones iniciales han pasado a algo ya más concreto, incluso con intercambio de papeles, es decir, de potenciales propuestas. El problema, sin embargo, no cambia tanto: mientras Bruselas plantea una plataforma de negociación articulada —y cuidadosamente coordinada a nivel de los Veintisiete—, en la que se busca dar cabida a los puntos sensibles y responder a las demandas de Estados Unidos, desde el otro lado del Atlántico continúan las demandas unilaterales, con aires de imposición, y los comentarios peyorativos sobre una Unión Europea que, según Trump, solo busca hacerle la vida más difícil a los estadounidenses y ante la que el mandatario estadounidense no oculta su desprecio.
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