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La UE y el Reino Unido alcanzan un “acuerdo histórico” que estrecha lazos en defensa, pesca y juventud

La sombra del Brexit tiene la extraña habilidad de redimensionarlo todo. La primera cumbre bilateral ente el Reino Unido y la UE después de los años amargos de un doloroso divorcio, celebrada este lunes en Londres, tiene en realidad el contenido técnico y tedioso de muchas otras negociaciones de este tipo. Y sin embargo, ambas partes han celebrado lo alcanzado casi como el regreso del hijo pródigo. Como “un nuevo capítulo en las relaciones”, un “reinicio”, “una nueva alianza estratégica” o la “recuperación de la gran tradición de una nación que vuelve a mirar al mundo de frente”, en palabras del primer ministro británico, Keir Starmer. “Estamos mirando hacia delante, no hacia atrás”, ha corroborado el presidente del Consejo Europeo, António Costa.

Starmer ha recibido a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von Der Leyen; al presidente del Consejo Europea, António Costa, y a la alta representante de Política Exterior de la UE, Kaja Kallas, en Lancaster House, la imponente mansión cercana al palacio de St. James, en el corazón de Londres. En ese momento, todos sabían ya que las últimas horas de negociaciones contra el reloj habían arrojado finalmente un resultado consistente que poder ofrecer a la opinión pública, para garantizar el éxito de una cumbre que había generado enormes expectativas, sobre todo en el lado británico.

“Es hora de mirar para adelante. De dejar atrás los viejos y estancados debates y las contiendas políticas para buscar soluciones prácticas y de sentido común que favorezcan a los ciudadanos británicos”, ha proclamado Starmer en la rueda de prensa conjunta, consciente de que él, mucho más que sus interlocutores, deberá hacer frente a los ataques de una derecha británica euroescéptica que ya comienza a acusarle de traición.

Costa ha proclamado el inicio de “un nuevo capítulo en la relación entre el Reino Unido y la Unión Europea, el comienzo de una asociación estratégica renovada y reforzada”. No se trata, ha subrayado ante las preguntas euroescépticas de periodistas británicos, de un cambio de sentido, sino de “un nuevo capítulo basado en valores y desafíos compartidos que queremos afrontar juntos. Esto no va del pasado. Va del futuro”, ha recalcado. “No se trata —ha continuado— de volver al mercado único o a la unión aduanera, sino de trabajar mejor como vecinos, aliados y amigos”.

También Von der Leyen ha celebrado un acuerdo que, ha subrayado, le permite de nuevo a “socios históricos y naturales” trabajar codo con codo y afrontar juntos los desafíos. Algo especialmente importante en el actual contexto global incierto: “En tiempos de inestabilidad global, y cuando nuestro continente afronta su mayor amenaza en generaciones, en Europa permanecemos juntos. Y una relación fuerte entre la UE y Reino Unido es importante para ello”, ha insistido.

El pulso final de la pesca

El Gobierno laborista ha cedido finalmente en la que era la principal reclamación de Bruselas, impulsada sobre todo por Francia: la prórroga de los derechos de pesca de las flotas de la UE, que finalizaban en 2026. El Reino Unido extenderá por 12 años más esos derechos, hasta junio de 2038. Ambas partes se comprometen a tener formalizado este acuerdo en un plazo máximo de un mes, otra muestra de la importancia que para los europeos tenía este requisito responsable en buena parte de que las negociaciones se alargaran hasta casi el último momento. A cambio, para aplacar la posible irritación de sus propios pescadores, Starmer ha prometido casi 430 millones de euros en nuevas inversiones, para actualizar las flotas y la tecnología de captura, junto a una revitalización de la economía de las comunidades costeras.

“Doce años de acceso a las aguas británicas es tres veces más de lo que quería el Gobierno [hasta última hora se barajó la cifra de cuatro años]. Nos estamos convirtiendo de nuevo en una nación obediente a las reglas de Bruselas, algo muy preocupante”, escribía en la red social X la líder del Partido Conservador, Kemi Badenoch. Daba así una idea clara de la beligerancia con que piensa acoger la oposición británica el intento de Starmer de pasar página.

Aunque los negociadores británicos han insistido en que ambos asuntos no estaban vinculados, la concesión de los derechos pesqueros ha sido fundamental para que saliera adelante la parte económica del nuevo acuerdo que más interesaba al Gobierno de Starmer: la UE accede a suavizar los controles sanitarios y fitosanitarios de los productos procedentes del Reino Unido que contienen componentes animales o vegetales (casi un 80% del total).

Desde la entrada en vigor del Brexit, las empresas británicas han visto caer sus exportaciones al continente hasta un 21%. Un cambio como el acordado, que permitirá de nuevo la venta de productos como hamburguesas o salchichas, ha sido celebrado por el sector alimentario. Bruselas por su parte celebra un acuerdo que permitirá reducir significativamente la burocracia -en momentos en que la Comisión está imbuida en una maratón “simplificadora” de normas- y facilitar el comercio de productos agroalimentarios.

Acuerdo de defensa

La seguridad y defensa han sido la puerta que ha abierto el reinicio de las relaciones con la UE al Gobierno laborista de Starmer. La guerra de Ucrania, la amenaza de Vladímir Putin y la incertidumbre geopolítica que suponía la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump aceleraron este acercamiento. Poco más de tres meses después de que Starmer se convirtiera en el primer jefe de gobierno británico en participar en una reunión de líderes europeos desde el Brexit -precisamente una reunión informal centrada en defensa, el 4 de febrero- Londres y Bruselas han cerrado en su primera cumbre bilateral formal un acuerdo de cooperación para la financiación conjunta del necesario rearme, una planificación industrial compartida y una estrategia de seguridad común.

Con ciertas condiciones que deberán ser detalladas en negociaciones posteriores, las empresas de defensa británicas podrán acceder a SAFE, el plan de préstamos para compras militares conjuntas por 150.000 millones de euros propuesto por la Comisión Europea y que ha recibido también este lunes el acuerdo formal de los Veintisiete.

Londres y Bruselas han acordado además trabajar en la idea de compartir el mismo esquema de intercambio y comercio de emisiones de carbono, así como una mayor conexión de sus redes energéticas. El apagón de España y Portugal fue una clara señal de aviso para el Reino Unido, que en su condición de isla presenta una clara vulnerabilidad.

Junto un incremento en la cooperación para combatir a las bandas organizadas que trafican con la inmigración irregular, ambas partes han acordado dar luz verde a una petición británica sostenida desde hace meses: los viajeros del Reino Unido que vuelen al continente podrán ahora acceder al país de destino por la misma fila electrónica por lo que entran los ciudanos comunitarios.

La movilidad juvenil

El Gobierno británico se ha mostrado reticente durante meses al empeño de la UE, impulsado sobre todo por Alemania, de poner en marcha un esquema de movilidad juvenil que recuperara la capacidad de viajar, trabajar y estudiar a ambos lados del canal de la Mancha. La reciente victoria la derecha populista de Nigel Farage en las elecciones locales de Inglaterra ha puesto en guardia al primer ministro Starmer, que ha endurecido su política y su discurso migratorio. Downing Street no quería recuperar la idea de una libertad de movimiento que hubiera agitado las críticas de los euroescépticos.

A cambio, Starmer ha accedido a dar luz verde al inicio de negociaciones para poner en marcha lo que se ha bautizado como un Esquema de Experiencia Juvenil (desaparece el término ‘movilidad’) cuyos detalles deberán ser concretados en los próximos meses. El Gobierno británico, que ha querido evitar a toda costa que el asunto de la movilidad juvenil nublara el logro de la cumbre, ha cedido en un asunto relacionado: la reincorporación futura, también por negociar, al popular programa universitario de intercambio Erasmus.

Para una Bruselas donde la herida del Brexit sigue escociendo, era fundamental abrir una vía de intercambio entre las generaciones más jóvenes, reciba el nombre que reciba, con la esperanza de que, algún día, los británicos vuelvan a sentir el apego a Europa que se quebró con su marcha del bloque hace ahora un lustro. “Esto construirá amistades que durarán toda la vida”, ha confiado Von der Leyen, que también en su día se benefició de intercambios de estudios en el mismo Londres donde ahora se ha abierto un nuevo camino de cooperación.

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