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El grito más político y desgarrador de David Attenborough para salvar los océanos

Ha sido necesario casi un siglo para que el naturalista y divulgador británico David Attenborough (Isleworth, 99 años) descubra que la supervivencia de la tierra depende del mar. A punto de cumplir cien años, uno de los hombres más venerados y escuchados del Reino Unido ha lanzado su mensaje más político, más duro y más firme contra la devastación que suponen ciertas prácticas industriales. Su nueva película, Ocean, muestra por primera vez imágenes crudas y detalladas del daño que provoca la pesca de arrastre, una técnica utilizada por empresas de todo el mundo que destroza de modo indiscriminado el fondo marino. Ni siquiera la organización Greenpeace había sido capaz hasta ahora de lograr una evidencia tan gráfica para denunciar este método.

“Tres cuartas partes de lo que se captura con las redes de arrastre acaba siendo arrojado de vuelta al mar. Es difícil imaginar un modo de pescar más ineficiente”, explica Attenborough, que compara este método de pesca con la idea de un bulldozer arrasando una selva tropical.

Provoca angustia en el espectador seguir el avance de la cadena que estabiliza la red, cuyos dientes avanzan por el fondo marino levantando arena y destrozando cualquier vegetación a su paso. Los animales intentan desesperadamente escapar de la trampa. Las imágenes muestran a una manta raya en una carrera despavorida por escapar de la red.

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Cuando el contenido de la captura es volcado en la cubierta del pesquero, la película muestra el final agonizante de muchas de las especies arrastradas. Con una pala, gran parte de lo obtenido se empuja a una rendija del barco para arrojarlo de nuevo al mar.

El codirector de la película y productor ejecutivo de Silverback Films, Keith Scholey, explica cómo lograron el permiso de una empresa pesquera para colocar una cámara en la red de arrastre. “No queríamos hacerlo realmente”, ha dicho, porque suponía implicarse de algún modo en ese proceso destructivo. Pero llegaron a la conclusión de que era el único modo de mostrar al espectador lo que ocurre en el fondo del mar.

“Hay algunas secuencias terribles en las que se ve a los cangrejos araña completamente triturados por los dientes de la cadena de dragado”, relata Scholey, para explicar por qué decidieron eliminar algunas imágenes en el corte final de la película.

Mensaje de esperanza para el mar

“Después de casi cien años en este planeta, ahora entiendo que el lugar más importante no es la superficie terráquea, sino el mar”, ha dicho Attenborough, que confía en remover tantas conciencias con su último film como las que logró con Big Planet II, el documental de 2017 que llevó a la primera línea de la atención del público la invasión de residuos plásticos en mares y océanos. Aquella denuncia irritó a la ciudadanía hasta cierto punto. El entonces ministro conservador, Michael Gove, decidió ordenar la retirada del mercado, por ejemplo, de las pajitas de plástico que se usaban hasta entonces para beber refrescos.

Pero ni siquiera entonces fue tan lejos el naturalista británico como para denunciar directamente la responsabilidad de la industria pesquera en muchos de estos destrozos ecológicos. La mayoría de los trabajos con la firma de Attenborough, desde sus inicios, han tenido el respaldo de la corporación pública la radiotelevisión británica, la BBC, y habían evitado una confrontación directa con los pescadores británicos. Como ocurre con los de la UE, son terreno sagrado para los políticos, aunque su peso en la economía nacional no sea tan elevado. Londres y Bruselas se disponen estos días a “reiniciar” sus relaciones, después de largos y años agrios de Brexit, con una cumbre que tendrá lugar el próximo lunes en la capital británica. Uno de los asuntos negociados que más complicado ha acabado resultando, precisamente, ha sido el de los derechos de pesca de las flotas de la Unión Europea en aguas del Reino Unido.

“El océano puede resucitar con gran rapidez. Si lo respetamos y protegemos, no solo es capaz de recuperarse de este daño, sino de resurgir con una fuerza que ningún otro organismo vivo experimentaría”, explica Attenborough, consciente de su influencia política. La película ha sido financiada por el magnate minero australiano convertido en ecologista combativo Andrew Forrest, que se ha sumado a organizaciones medioambientales que reclaman la prohibición de la pesca de arrastre en todas las zonas marinas protegidas. En la actualidad, solo está prohibida en un 5% de estas zonas en el Reino Unido.

El 9 de junio se celebrará en Niza la Conferencia de los Océanos de Naciones Unidas. El último mensaje de Attenborough ―hasta ahora― llega en el momento preciso para que los gobernantes tomen conciencia del problema. Un ecosistema marino más sano es capaz de atrapar más dióxido de carbono, y contribuir de ese modo al combate contra el cambio climático.

“Tenemos frente a nosotros la oportunidad de proteger el clima, nuestra alimentación, nuestro hogar”, resume el naturalista británico.

Fuente: Noticia original