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Europa del revés: sequía inusual en el norte y lluvias abundantes en el sur

Es difícil de imaginar desde España, pero el norte y el este de Europa atraviesan un inusual periodo de sequía. Mientras en la península el primer cuatrimestre fue, según el Ministerio para la Transición Ecológica, el octavo más lluvioso de la serie histórica —que comienza en 1961—, en países como Irlanda, el Reino Unido, Alemania, Suecia o Polonia apenas han caído unas gotas de agua desde febrero. Así lo demuestran los mapas de precipitaciones de la organización europea de observación del cambio climático Copernicus. De seguir así la tendencia, en un territorio que se extiende desde el norte de Francia hasta la península escandinava, la llegada de un verano caluroso y seco puede poner la situación difícil.

La inversión climática que se está dando en Europa se debe al comportamiento anómalo de lo que se denomina la corriente en chorro. Este flujo de aire, que viaja a gran velocidad y a una altura de entre 9 y 16 kilómetros, “es lo que dicta el clima en la región”, explica Shaun Harrigan, del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio. Por lo general, durante el invierno en el hemisferio norte, las tormentas que viajan de oeste a este por encima del océano Atlántico descargan la lluvia sobre Irlanda, el Reino Unido y luego el norte de Europa. Pero desde febrero, indica el experto, el cambio de amplitud de la corriente en chorro, que viaja como una onda entre la masa de aire cálido del ecuador y de aire frío del polo Norte, ha alterado el régimen de precipitaciones para esta época del año.

“La corriente ha descendido y está causando una presión alta sobre Irlanda y el Reino Unido, lo que se conoce como un bloqueo de alta presión”, señala Harrigan. Esto provoca que las tormentas se desvíen hacia el sur, principalmente a Portugal, España y el norte de Italia y los Balcanes, donde la presión es más baja. Harrigan hace hincapié en que lo inusual no es el fenómeno, que ha ocurrido otras veces en el pasado, sino la persistencia que está teniendo este año: “El pronóstico indica que esta tendencia se mantendrá durante algunas semanas más y es difícil decir cuándo volverá a la normalidad”.

Andrea Toreti, coordinador del Observatorio de Sequía de Copernicus, dice que los impactos estarán estrictamente vinculados a la evolución del fenómeno. “La situación es muy similar a la de 2018, cuando hubo una sequía que afectó a Alemania, Dinamarca y Suecia”, argumenta. Que esto ocurra depende de que se sumen eventos de olas de calor extremo, por ejemplo. “Si es como en 2018, habrá impacto en el funcionamiento de los ecosistemas”, añade.

El caso de Francia ilustra la situación a la perfección. Desde febrero, el mapa francés está partido en dos: la mitad norte, donde apenas ha llovido, está coloreada de marrón mientras que la zona más al sur aún es verde. En el conjunto del país las precipitaciones han disminuido un 25% y alcanzan el 50% en la Alta Francia, al norte. Según la agencia meteorológica nacional, Météo-France, el periodo que va de febrero a abril ha sido el menos lluvioso desde 1959.

Al déficit hídrico se suman las altas temperaturas. El mes de abril ha sido el quinto más caluroso registrado en Francia, con un incremento de 1,7 grados de media y escasez de lluvias por tercer mes consecutivo. El termómetro en algunas regiones ha llegado a estar hasta 10 grados por encima de lo habitual: ciudades como París, Caen o Lille llegaron a marcar los 30 grados.

Lo insólito de las circunstancias quedó plasmada en la repentina tormenta de granizo de hace una semana en la capital. La gente paseaba en sandalias y tirantes por la calle cuando cayó hielo del tamaño de pelotas de golf que hicieron bajar las temperaturas 7 grados en tan solo veinte minutos.

“La situación no es alarmante de momento gracias a que las reservas hídricas pudieron llenarse por las lluvias más fuertes de lo normal que hubo en invierno”, dice Simon Mittelberger, de la agencia meteorológica. Sí preocupa de cara al verano, pues “la falta de agua y el exceso de calor han acelerado la evaporación de la humedad de los suelos”.

Según un estudio del instituto Terram, este estrés hídrico preocupa al 58% de los franceses y el 29% dice haber sufrido cortes de agua potable por la sequía. En los Pirineos Orientales, al suroeste del país, hay 77 localidades en alerta, con restricciones que impiden, por ejemplo, llenar las piscinas.

En regiones más septentrionales como el Reino Unido, sin embargo, la preocupación es mayor: Inglaterra está atravesando la primavera más seca en 69 años. Marzo fue el más seco desde 1961 y la cantidad de lluvia en abril resultó un 56% de lo que correspondería a este momento del año. El organismo público responsable de la gestión ambiental considera que las condiciones son similares a las de 2022, cuando se declaró el estado de alarma. Pero Toreti insiste en que el escenario es más similar al de 2018: “Entonces, el norte [de Europa] estuvo muy afectado por la sequía y el sur tuvo condiciones más húmedas de lo normal”.

En cualquier caso, según el Real Colegio de Agua y Gestión Medioambiental, revertir la situación en Inglaterra implicaría lluvias no vistas desde 2012, cuando se produjeron inundaciones en gran parte del país. El sector agrícola inglés ya ha comenzado a irrigar los campos, y los embalses muestran un nivel seis puntos por debajo para el mismo mes en 2022. Escocia, todavía más al norte, lleva desde abril con un “aviso prematuro” por escasez de agua.

Harrigan dice que el aviso por sequía es, de momento, una preocupación para sectores como la agricultura o el transporte fluvial. De mantenerse la tendencia, cree que podrían repetirse imágenes como las del río Rin a mínimos, en Alemania, pero también en cauces de Bélgica o Países Bajos. “Los caudales de los ríos en el norte es algo que tendrá que monitorizarse de cerca”, advierte. “Ya estamos con caudales bajos para esta época del año”.

De hecho, en Alemania nunca se había registrado un final de invierno e inicio de primavera tan secos desde que hay registros, en 1931, según un comunicado del servicio meteorológico alemán Deutscher Wetterdienst. Entre el 1 de febrero y el 13 de abril de 2025, cayeron como media 40 litros por metro cuadrado lo que representa una caída del 68% respecto a la media del periodo entre 1991 y 2020, informa Marc Bassets. Hasta ahora, explica el servicio meteorológico, el año más seco en este periodo había sido 1976, con 55 litros por metro cuadrado.

Los expertos, sin embargo, llaman a la cautela. Andreas Brömser, de Deutscher Wetterdienst, dijo en abril al diario Frankfurter Allgemeine que, aunque la humedad del suelo era “inisualmente baja para esta época del año”, no consideraba que la situación fuese dramática, pues las capas más profundas del suelo estaban llenas gracias a las lluvias del año pasado. Según un comunicado de la Oficina Federal del Medio Ambiente, no puede hablarse “hasta ahora” de estrés hídrico “generalizado” en Alemania, aunque sí son decisivas las diferencias regionales.

El papel que juega el cambio climático

Para Harrigan todavía es pronto para hacer una relación entre esta anomalía y el cambio climático. “Hay investigaciones que muestran cómo el cambio climático tiene el potencial de afectar la corriente en chorro”, argumenta. “Y es posible que los polos estén más cálidos de lo que están normalmente”. La diferencia de temperatura entre los polos y las latitudes más próximas al ecuador es lo que controla la corriente en chorro. Si este contraste de temperatura se debilita, la presión ejercida por la corriente de aire puede modificarse. Pero Harrigan es precavido y recuerda que también hay estudios que ponen en conflicto esa hipótesis. “Desde un punto de vista científico, no podemos decir nada particularmente cierto sobre el papel que tiene el calentamiento global en la ondulación de la corriente”, concluye.

Toreti tampoco se apresura a hacer un diagnóstico, ya que el pronóstico para los próximos tres meses presenta algunas incongruencias. De lo que sí está seguro es que, observando los eventos de la última década, fenómenos como el actual están en línea con las proyecciones relacionadas al cambio climático. “Los regímenes de precipitaciones están modificándose porque el cambio climático altera, esencialmente, la circulación a gran escala de los océanos y de la atmósfera”. En este contexto, sostiene, “estamos en una transición de un clima ‘normal’ a uno más cálido, donde pueden ocurrir fenómenos como el que estamos observando”. Dentro de las próximas décadas, dice, “la nueva ‘normalidad’ se parecerá mucho más al 2022″.

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