Desde hace años, la escasez de controladores aéreos en Estados Unidos ha provocado retrasos y desvíos en los vuelos y quebraderos de cabeza continuos a los viajeros, pero lo que ocurre desde hace casi dos semanas en el aeropuerto de Newark, que funciona como el tercero de Nueva York por su proximidad a la Gran Manzana, es otra cosa. El caos en que se halla sumido el Newark Liberty International, ubicado en la localidad homónima de Nueva Jersey, ha provocado importantes retrasos durante al menos diez días seguidos y planteado muchas preguntas acerca de la seguridad en el transporte aéreo, que en los últimos meses acumula incidentes: el accidente del río Potomac en Washington, el de un helicóptero turístico en Nueva York y los de varias avionetas medicalizadas.
La Administración Federal de Aviación (FAA, en sus siglas inglesas) contabilizó retrasos de hasta cuatro horas de media en la noche del domingo. Este martes, 377 vuelos llegaron o salieron tarde, mientras 150 eran cancelados, según la web de seguimiento del tráfico aéreo FlightAware, con un retraso medio que se acercaba a las seis horas.
Las demoras se deben a varios factores: además de la escasez de controladores aéreos en todo el país, una huelga de los de Newark la semana pasada; el cierre de una pista hasta mediados de junio por “obras de rehabilitación”, y fallos tecnológicos causados por equipos obsoletos, según el secretario de Transporte, Sean Duffy.
El centro de control responsable del tráfico en Newark ha estado “crónicamente falto de personal durante años”, según el CEO de United Airlines, Scott Kirby. La FAA atribuye a la falta de personal la causa de los retrasos, un déficit que la agencia intentó paliar hace meses con el traslado de los controladores responsables de las aproximaciones y salidas de Newark desde unas instalaciones en Long Island a Filadelfia. Ese traslado provocó algunos momentos críticos, como la pérdida de señales de radar y frecuencias de radio en la torre de control de Newark, algunos de cuyos trabajadores causaron baja por estrés.
A tiro de piedra de Nueva York, y bien comunicado por tren hasta el centro de Manhattan, Newark es habitualmente un aeropuerto bullicioso, clasificado como el 14º más transitado del país en 2024, según la Oficina de Estadísticas del Departamento de Transporte. Es también uno de los centros de operaciones de United Airlines, una de las compañías más afectadas, que el domingo operó con retraso 232 vuelos y canceló otros 35, según FlightAware, dejando a los pasajeros la opción de reprogramar su viaje en nuevos vuelos que a su vez arrastraban los efectos de la ralentización masiva.
Los problemas del aeropuerto también se deben a fallos tecnológicos. En una conferencia de prensa celebrada el pasado viernes, el secretario de Transporte atribuyó los fallos a un sistema anticuado utilizado en todas las instalaciones de control del tráfico aéreo. Duffy se comprometió a implantar un nuevo sistema “de vanguardia” que será la “envidia del mundo”, pero la sustitución podría tardar de tres a cuatro años. El empleado actualmente para ordenar el tráfico aéreo en Newark, lamentó Duffy, “es increíblemente antiguo”. “Utilizamos disquetes. Usamos cables de cobre. El sistema que utilizamos no es eficaz para controlar el tráfico que tenemos hoy”, añadió, aunque tranquilizó a los viajeros, asegurando que es un sistema seguro, y que su antigüedad solo se plasma en los retrasos y la cancelación de operaciones. Este viernes, los radares volvieron a fallar y causaron 68 cancelaciones y más de 400 retrasos.
La agencia federal adoptó medidas este miércoles para actualizar la tecnología y paliar otros fallos funcionales que están contribuyendo a alimentar el caos.
3.000 nuevos profesionales
A finales de enero, tras el choque de un avión comercial y un helicóptero militar sobre el río Potomac de Washington, que costó la vida a 67 personas, el presidente Donald Trump echó la culpa del siniestro a sus predecesores demócratas, Barack Obama y Joe Biden, por supuestamente imponer cuotas para minorías en la plantilla de controladores, pero lo que de verdad quedó de manifiesto fue la escasez de personal: un controlador estaba haciendo el trabajo de dos cuando se produjo el siniestro.
Esta vez el mandatario republicano parece haber sido más cauto, al limitarse a dar la razón a su responsable de Transporte y su plan para sustituir los anticuados sistemas, además de pedir al Congreso “los recursos necesarios” para actualizar la tecnología. “Podemos hacerlo, somos Estados Unidos, pero va a llevar algún tiempo”, es el mensaje del Gobierno. Pero en lo tocante a infraestructuras, la superpotencia deja mucho que desear: puentes que se caen, instalaciones vetustas en túneles como los del bypass Manhattan-Nueva Jersey, o carreteras con infinidad de baches y remiendos, incluso en las grandes ciudades.
El máximo responsable de United Airlines ha cifrado en “más del 20%” el déficit de controladores en Newark. En total, EE UU necesitaría añadir 3.000 nuevos profesionales para operar sin demoras, según el sindicato del ramo, que representa a 10.800 trabajadores. Si no se suple ese 20% que falta, añadió Kirby, “el aeropuerto de Newark no podrá manejar el número de aviones que está previsto que operen allí en las próximas semanas y meses”. A las llamadas de atención de aerolíneas y controladores, se ha sumado la Asociación de Auxiliares de Vuelo CWA, que representa a 55.000 profesionales, al pedir a las compañías aéreas que operan en Newark que reduzcan el número de vuelos previstos debido a la escasez de personal.
Nick Daniels, presidente del sindicato de controladores, declaró ante el Congreso en marzo que la dotación de recursos humanos en todo el país está en su punto más bajo en casi 30 años y los datos más recientes de la FAA muestran que, en todas las torres de aeropuerto e instalaciones de aproximación del país, solo alrededor del 70% de los objetivos de personal estaban cubiertos por controladores plenamente homologados —los requisitos de acceso son muy estrictos— en septiembre de 2023. Si se incluye a los que están en periodo de formación, la cifra se eleva al 79%. Del hueco del 20% restante parece que de momento sólo se ocupa la fortuna.
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