Madrid (EFE).- La Biblioteca Nacional muestra al público las palabras escritas más antiguas que custodia, una de las biblias más remotas que se conservan en el mundo: el papiro de Ezequiel, fechado en el siglo III después de Cristo, descubierto en el XX en El Cairo y superviviente de múltiples avatares en los mercados de antigüedades.
En una sala silenciosa y oscura de la Biblioteca Nacional, los amantes del conocimiento pueden ver brillar desde este jueves cerca de 200 reproducciones digitales de páginas de papiro que se conservan del manuscrito original de este documento, que contiene la traducción al griego de varios libros de la Biblia, el texto bíblico de Ezequiel, Daniel y Esther.
La tecnología ha permitido una reconstrucción virtual del códice y reunir lo fragmentado, porque el manuscrito tenía en principio 236 páginas que se han ido recomponiendo para que el público las pueda visualizar con su apariencia inicial, ya que su estado de conservación no es el mismo en todas ellas.
Está actualmente disperso en cinco colecciones en el mundo, entre las de Kölner Papyrussammlung de Colonia, John H. Scheide de Princeton, la Chester Beatty de Dublín, la Pastor de Estudios Clásicos de Madrid y la Roca-Puig de la Abadía de Montserrat en Barcelona.
Una de ellas es propiedad de la Fundación Pastor de Estudios Clásicos, que cedió en 1983 la custodia de los diez folios de papiro que posee por ambas caras a la Biblioteca Nacional.
No obstante, no se mostrarán los diez folios en su totalidad, sino de cinco en cinco. Se irán renovando para que no sufran, como han señalado a EFE las comisarias de esta exposición, Raquel Martín Hernández y Sofía Torallas Tovar.
Una muestra abierta hasta el 1 de noviembre
La muestra, que estará abierta hasta el 1 de noviembre, se organiza en torno a cinco vitrinas, con un recorrido circular en el que se pueden ver los papiros en sí, algunos objetos utilizados para escribir en la época romana y algunos textos para comprender la evolución de los bíblicos y sus traducciones al griego.
Es una especie de santuario para los estudiosos de las joyas documentales, porque el códice, cuyo primer propietario fue sir Alfred Chester, ha cruzado siglos, diecisiete, y fronteras hasta llegar a Madrid.

«Testimonio único de las versiones más antiguas de la Biblia»
Son, según las papirólogas, «un testimonio único de las versiones más antiguas de la Biblia», un códice que se fue vendiendo por partes en el mercado de antigüedades tras encontrarlo en 1931 probablemente metido en una vasija, pero muy bien conservado.
Se conserva casi en su totalidad, y las páginas de papiro que faltan son en su mayoría las del principio y del final, posiblemente por el uso.
Lo que no se conoce con exactitud es si este códice pertenecía a una comunidad cristiana o una judía, porque, según las expertas, «servía para los dos».
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Algunos capítulos están cambiados de orden
Otra de sus particularidades con respecto a la Biblia que conocemos es que algunos de los capítulos están cambiados de orden. No siguen el establecido en la Biblia actual, y hay además algunas ampliaciones, correcciones y otras particulares que son únicas en sus lecturas.
Los papiros tienen marcas del uso, provenientes de sus lectores, y dan pie a imaginar no solo al que lo produjo, al que lo escribió, sino también a quienes lo leyeron y lo utilizaron, quizás en su liturgia o para lectura personal.
Y son papiros, que no pergaminos, según aclara la investigadora Sofía Torallas: el pergamino está hecho con piel de animales y en cambio el papiro, con fibras de un de un junco que crecía junto al Nilo.
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