Su primera entrevista tras dejar la Casa Blanca se la concedió Joe Biden a la BBC este lunes, cuando habían transcurrido 106 días del regreso al poder de su sucesor (y antecesor) Donald Trump, y 318 desde que lo puso todo patas arriba al abandonar su campaña de reelección cuando, tras un desastroso debate electoral, no le quedó más remedio que admitir que su salud no le permitía aspirar a otros cuatro años más.
En la conversación, emitida el martes, el exmandatario demócrata habló de la guerra en Ucrania: dijo que considera que ceder territorio a Rusia sería una “forma de apaciguamiento moderno”, una especie de reedición de las políticas del Reino Unido con Alemania que no evitaron la II Guerra Mundial, y que quien piense que eso será suficiente para detener al presidente ruso, Vladímir Putin, “es simplemente un insensato”. También defendió los tiempos de su decisión de tirar la toalla: considera que haberlo hecho antes “no habría cambiado nada”.
La alergia de Biden durante su primer y único mandato a exponerse a preguntas de los periodistas solo la superó su reticencia a hacerlo con reporteros extranjeros, por lo que la decisión de romper su silencio con una radiotelevisión británica fue una sorpresa en los círculos periodísticos washingtonianos. Recibió a su interlocutor en Delaware, su ciudad, a la que se retiró tras su renuncia. Fue la segunda prueba de vida pública del expresidente, que el 15 de abril reapareció en un acto en Chicago en el que dijo que le parecía “impresionante” que Trump haya causado ya “tanto daño y destrucción”.
El pretexto de la entrevista con la BBC era la conmemoración esta semana del 80º aniversario de la victoria aliada en la II Guerra Mundial, lo que le dio pie para expresar su preocupación por el momento crítico que atraviesan las relaciones transatlánticas con Trump a los mandos de Washington, a quien Biden, preocupado porque “Europa pierda la confianza en el liderazgo de Estados Unidos”, ve capaz de cambiar “la historia moderna”. El expresidente no ve con buenos ojos las ansias expansionistas y las maneras de Trump con Groenlandia, Canadá o Panamá. “¿Qué demonios está pasando? ¿Qué presidente habla así? [Los estadounidenses] No somos de esa manera”, dijo. “Apostamos por la libertad, la democracia y las oportunidades, no por el avasallamiento”.
Sobre su tardía renuncia, menos de cuatro meses antes de la cita con las urnas, una decisión a la que los informes forenses sobre la derrota de Harris le achacaron el fracaso, Biden se puso en modo justificación. “Nos fuimos en un momento en el que teníamos una buena candidata. Le sobraba la financiación”, añadió, en referencia a los 1.000 millones de dólares que la campaña logró recaudar en tiempo récord . El expresidente demócrata también considera que la culpa de su reticencia a abandonar hay que echársela a que su presidencia tuvo “tanto éxito”. “Nos costó decir: ‘Es hora de dejarlo”.
Cuando Biden ganó las elecciones de 2020 prometió que sería un presidente de transición, que haría el trabajo de aquietar la política estadounidense y “devolver la cordura” a la institución tras cuatro años sin precedentes de su rival. Cumplido ese objetivo, la idea era, repitió este martes, pasar el testigo a las nuevas generaciones. Lejos de eso, anunció su candidatura en 2023, cegado con la sospecha de que él era el único que se había demostrado capaz de derrotar a Trump (y a la postre, tuvo razón; Harris perdió también el voto popular, el primer candidato demócrata en hacerlo en dos décadas).
Ataque desde la Casa Blanca
La reacción de la Casa Blanca a la entrevista de la BBC llegó en la forma de una publicación en redes sociales de su director de comunicación, Steven Cheung, que puso un enlace de la charla con el siguiente comentario, otra prueba de que si el entorno de Trump no lleva bien perder tampoco domina el arte de ganar: “Joe Biden es una completa vergüenza para este país y para el cargo que ocupó. Claramente ha perdido todas sus facultades mentales y sus asesores pensaron que sería buena idea que diera una entrevista y balbuceara incoherentemente cada respuesta”.
Al ser preguntado sobre los primeros 100 días de Trump, Biden optó, por su parte, por defender su legado. “Nuestra economía estaba creciendo, igual que los mercados. Estábamos en una situación en la que expandíamos nuestra influencia en todo el mundo de forma positiva, incrementando el comercio”, explicó, en referencia a la agresiva política comercial de la nueva Administración y sus efectos sobre la economía estadounidense, que se contrajo en el primer trimestre por primera vez en tres años.
Cada vez que un presidente deja el Despacho Oval comienza su particular batalla por su legado, la pugna por fijar cómo será recordado por sus compatriotas. Empieza también el periodo de su pospresidencia, que se mide por los objetivos que se marque, y puede servir para mejorar su lugar en la historia. El caso más exitoso es el de Jimmy Carter, el predecesor en la Casa Blanca con el que más a menudo se ha comparado a Biden: ambos eran demócratas, los dos fueron presidentes solo por cuatro años, y comparten el asedio de una inflación que no supieron domesticar.
La diferencia fundamental con Carter, que murió en diciembre pasado los 100 años, es que este dejó de ser presidente con 57 años, y tuvo tiempo de sobra para dedicarse desde su fundación a la defensa de causas justas, una tarea que le valió el respeto de la comunidad de derechos humanos y el premio Nobel de la Paz. Biden pasó a mejor vida política cumplidos los 82 años, y, en vista del deterioro cognitivo que le impidió volver a ser presidente durante cuatro años más, no se espera que despliegue una compleja agenda en los años que le quedan. De momento, ha anunciado que escribirá un libro con el que presumiblemente tratará de salvar los muebles de sus últimos tiempos, y también de justificar su renuncia.
Obviamente, la suya no será la última palabra. Hay varios libros en cocina sobre esos años, así como un acto de contrición colectiva en marcha de la clase periodística washingtoniana, que ahora admite que no supieron ver las señales del declive de Biden. Tal vez ninguno se espere con tanta expectación como Original Sin: President Biden’s Decline, Its Cover-Up, and His Disastrous Choice to Run Again (El pecado original: el deterioro de Biden, y la desastrosa decisión de presentarse de nuevo), firmado medias por Jake Tapper, presentador estrella de la CNN, y Alex Thompson, uno de los reporteros de la cadena especializados en la Casa Blanca.
Se esperan revelaciones sobre cómo el entorno de Biden tapó lo que estaba pasando realmente, con, entre otras estrategias, no exponerlo demasiado al trago de una entrevista (apuro al que su sucesor, en cambio, se presta con ligereza). Está por ver si Tapper y Thompson entonan también un mea culpa sobre el modo en el que los medios tradicionales (traducido: más cercanos al Partido Demócrata) fallaron a la hora de investigar eso que estaba sucediendo entre bambalinas.
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