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El líder de Canadá planea iniciar de inmediato conversaciones con la Administración de Trump tras ganar las elecciones

Por primera vez en casi un siglo, los dos principales partidos de Canadá, que se han repartido el poder alternativamente durante décadas, han obtenido alrededor del 43% de los votos en las elecciones parlamentarias celebradas este lunes. El refrendo corrobora la dimensión histórica de la convocatoria, con Canadá en la mira del presidente de EE UU, de su guerra arancelaria y de sus amenazas imperialistas de anexión. Mark Carney, el líder liberal que ha ganado los comicios, redobló sus advertencias a Washington en el discurso de la victoria, dirigiéndose a Donald Trump al afirmar que Canadá tiene “muchas más opciones”, y posibles socios y aliados, que achantarse ante sus amenazas. “Trump está intentando quebrarnos, pero eso nunca, nunca sucederá”, fue su grito a la vez de guerra y de victoria.

“Cuando me siente con el presidente Trump, será para discutir la futura economía y la relación de seguridad entre dos naciones soberanas”, dijo Carney, anticipando uno de los principales retos de su nuevo mandato. “Será con pleno conocimiento de que tenemos muchas, muchas otras opciones para generar prosperidad para todos los canadienses”, añadió, citando a “Europa y Asia” como continentes donde Canadá puede encontrar nuevos socios.

Según informan medios locales, se espera que el dirigente forme un nuevo gabinete en las próximas dos semanas. Un alto cargo liberal declaró al diario The Globe and Mail que, para el Día de Canadá, el próximo 1 de julio, el Ejecutivo tiene previsto presentar un nuevo presupuesto que incluya la prometida rebaja de impuestos a la clase media y legislación para eliminar las barreras federales al comercio interprovincial. Carney también reducirá el número de carteras de su gobierno, que no serán más de 30. Pero su prioridad absoluta es iniciar de inmediato nuevas negociaciones comerciales y de seguridad con la Administración de Trump, máxime cuando los aranceles sobre automóviles y piezas de recambio está previsto que entren en vigor el 3 de mayo.

El principal reto de Carney, dos veces banquero central en Canadá y el Reino Unido, será gestionar una relación cada vez más tensa con Estados Unidos, como demostró la injerencia del republicano en la jornada de la votación al recordar a los canadienses que insiste en convertir su país en el Estado 51º de EE UU; su mensaje en la plataforma Truth Social fue rechazado de plano tanto por Carney como por el líder conservador, Pierre Poilievre, que comparte ideario con el republicano.

“Ya hemos superado el shock de la traición estadounidense, pero nunca debemos olvidar las lecciones” de lo sucedido, avisó Carney en el discurso de la victoria, en la madrugada de este martes. “Como vengo advirtiendo desde hace meses, Estados Unidos quiere nuestra tierra, nuestros recursos, nuestra agua, nuestro país. Estas no son amenazas ociosas. El presidente Trump está tratando de quebrarnos para poseernos, pero eso nunca, nunca sucederá. Pero también debemos reconocer la realidad de que nuestro mundo ha cambiado fundamentalmente”, añadió, recordando que la tradicional y privilegiada relación entre los dos países vecinos desde la II Guerra Mundial ha terminado y que otros países con menos vínculos con Canadá aparecen ahora mejor situados, tanto para entablar relaciones comerciales como para la cooperación en seguridad y defensa.

La política exterior no dominaba la campaña de unas elecciones canadienses desde 1988, cuando, irónicamente, el libre comercio con Estados Unidos fue el tema predominante de programas y discursos. Lograr un armisticio en la guerra arancelaria será la prioridad de Carney, dado que más del 75% de las exportaciones canadienses van a Estados Unidos, y el deseo de Trump de que los fabricantes de automóviles trasladen su producción a EE UU podría ser el remate de la ofensiva. Durante la campaña, Carney prometió que cada dólar que el Gobierno recaude por los contraaranceles impuestos a los productos estadounidenses se destinará a los trabajadores que se vean perjudicados por la guerra comercial, sobre todo los de los sectores del aluminio, el acero y el automóvil.

Liberales y conservadores han protagonizado un escrutinio reñido que aún no había concluido este lunes en circunscripciones clave de la zona metropolitana de Toronto, la capital económica del país, pero que ha dejado a los primeros al borde la mayoría absoluta, y a los segundos, mejor parados de lo que preveían las encuestas, aunque su líder, Pierre Poilievre ha perdido su escaño ante un liberal. Será jefe de la oposición, pero sin representación parlamentaria.

La reelección de los liberales para un cuarto mandato consecutivo, tras los tres anteriores de Justin Trudeau, es en sí misma una victoria, dados los malos resultados que le auguraban las encuestas hace solo dos meses. Lejos del triunfalismo de otros líderes, Carney construyó su discurso de la victoria en torno al valor de la humildad, que será todo un contraste frente a la prepotencia de Trump cuando se sienten a negociar sobre la ofensiva arancelaria y el tratado de libre comercio, considerado muerto por Carney cuando anunció el fin de la relación privilegiada a finales de marzo.

Su mandato, pendiente aún de concretarse si alcanza in extremis la mayoría absoluta o, al contrario, necesitará algún apoyo para aprobar algunas iniciativas, girará en torno a la resistencia de Canadá, a la independencia, la cohesión nacional, la unidad como principales bazas para aguantar la acometida de Trump. “No importa dónde vivas, no importa qué idioma hables, no importa a quién hayas votado, siempre haré todo lo posible para representar a todos los que consideran su hogar a Canadá”, afirmó, con un claro guiño a sus detractores políticos y a los millones de extranjeros que alimentan la demografía de Canadá, en un crecimiento exponencial en los años en el poder de Trudeau.

Los planes de gobierno de Carney tienen tanto que ver con la economía como con la redefinición del país, con su cohesión nacional, un tanto deslavazada desde que Trudeau definiera a Canadá como un país posnacional en 2015. La nueva formulación de Canadá -la clásica, el país fundado sobre sus herencias británica y francesa-, no solo le acercaría a Europa, también a posibles apoyos que un gobierno en minoría necesitaría para gestionar la economía exterior y la doméstica, como el Bloque Quebequés, que en el primer tramo del escrutinio aparecía como único apoyo posible.

Pero el paulatino incremento de votos de los liberales hasta los 168 ha puesto las cosas más fáciles a Carney, a quien podría bastarle el apoyo de los socialdemócratas del NDP, con siete escaños -la mayoría está en 172-, y obviar la colaboración con el Bloque, que iba a poner condiciones más difíciles, como la gestión de la inmigración o su irrenunciable ley de la laicidad, que los liberales rechazan.

Los socialdemócratas del NDP no solo han perdido escaños, también a su líder, Jagmeet Singh, que tras ocho años en el cargo ha sido el más perjudicado por el voto útil y la transfusión de apoyo a Carney. Con su apoyo a los gobiernos anteriores de Trudeau lograron arrastrar ligeramente a los liberales hacia la izquierda. A la espera de conocerse la adjudicación de los últimos asientos, con el suspense en suspenso hasta el final, lo cierto es que Carney podrá formar un nuevo gobierno necesitado únicamente de apoyos concretos. En Canadá no hay gobiernos de coalición, tampoco recompensas en forma de ministerios o altos cargos para el partido que respalde en las ocasiones necesarias al Ejecutivo.

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