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El entierro anunciado del Real Valladolid del ausente Ronaldo

Era cuestión de tiempo. Los aficionados más optimistas asumieron el inevitable descenso cuando el Real Valladolid no logró ganar en casa a un flojo Las Palmas, con 10, y reengancharse al último vagón del último tren de la permanencia, el 28 de febrero. Desde entonces, todo derrotas, y subiendo. Los más —y realistas— lo auguraron en verano ante la elaboración de la plantilla, del banquillo y la gestión del Pucela, comandado por un Ronaldo Nazario ausente. Acertaron. El presidente brasileño suma tres descensos en sus siete años de mandato, este último marcado por los bochornos deportivos, humanos e institucionales: goleadas bíblicas en casa y a domicilio, futbolistas peleándose en el banquillo y extrañas decisiones de incorporaciones y ventas. De fondo, el cartel de ‘Se vende’ colgado en el estadio José Zorrilla añade zozobra al tambaleante proyecto Ronaldo, llegado con ínfulas de Europa y con fecha de caducidad a expensas del dinero en el cheque.

La confirmación de la pérdida de categoría tras la derrota este jueves ante el Betis (5-1) se produce tras meses con esa sensación generalizada. El Valladolid ha pasado de ascensor a montacargas enlazando la siguiente secuencia: descenso en 2021, ascenso en 2022, descenso en 2023, ascenso en 2024 y descenso en 2025, con pánico a que el cataclismo prosiga en Segunda. Los blanquivioletas suman un punto de los 42 de la segunda vuelta, a falta de cinco partidos para el final de temporada han superado su máximo registro de goles encajados en una temporada de Primera y la voluntariosa afición se ha cansado con cifras de asistencia inéditas desde 2013, 12.230 almas de las 24.000 reclutadas en verano, cifra inédita. Lo hacen con su tercer entrenador del curso, un Álvaro Rubio que no ha conseguido contener la sangría abierta por Paulo Pezzolano, que inició la campaña cuestionado tras descender en 2023 y recuperar la plaza en la élite sin brillo al año siguiente, y por su remplazo al constatarse el hundimiento, Diego Cocca. Este llegó al banquillo casi tres semanas después del cese de su predecesor, pues nadie más quiso el puesto. Tampoco logró milagros y Rubio, discreto hombre de la casa, asumió el mando rumbo a Segunda. Solo aquel Sporting de Gijón y sus 12 puntos de 1998 impiden a los pucelanos erigirse como peor equipo de la historia de Primera, pero sí como el más flojo del siglo. Los pucelanos han recibido cuatro goles o más en ocho citas de la campaña y visitaron al Espanyol, a quien ganaron en agosto, a un punto de distancia en enero; hoy los separan 23. Jamás el Pucela hiló seis derrotas seguidas; en la 2024-2025 lo ha sufrido en dos ocasiones y engarza siete con la definitiva contra el Betis.

La pobre labor de los técnicos se ha visto condicionada por la confección de la plantilla, a cargo del director deportivo, Domingo Catoira, conocido en el gremio por su pasado en el RCD Espanyol o el Valencia CF durante sus recientes etapas aciagas. Catoira y la cúpula del club han formado un plantel descompensado, sin lateral izquierdo tras el mercado de verano, con cedidos como los dos centrales que casi descienden al Valencia y ha firmado en marzo a Henrique Silva, un brasileño de 31 años que llevaba sin equipo desde julio. Entretanto, el Pucela ha vendido al prometedor Boyomo a Osasuna por cinco millones de euros, lo mismo que gastó por el 50% del pase de Juanmi Latasa, con tres goles en 50 partidos en el Getafe y que lleva otros tres en 22 partidos como pucelano, y no es de los peores. El Manchester City arrebató a la promesa Juma Bah por otros seis millones al carecer este de contrato profesional y esas ganancias, como la de otras ventas del periodo Ronaldo, no se han visto reinvertidas en el vestuario, donde se han vivido escenas impropias del fútbol profesional. La primera pelea, privada, fue un enganchón entre los capitanes Javi Sánchez y Luis Pérez con Amallah tras perder 5-1 contra el Villarreal; la última, con Luis Pérez lanzándose a golpear a Latasa por un comentario en el banquillo, rodeados de cámaras y aficionados.

Arriba, en el palco, fantasmas. Ronaldo no acude más que para juntas de accionistas, y sin dejarse ver, mientras internacionalmente admite que la entidad está a la venta. Los números, siempre opacos más allá de filtraciones interesadas de compradores y propietarios, apuntan a unos 40 millones cuando el exfutbolista lo compró por unos 30 en 2018. El estadio, en máximos históricos de abonados, se ha hartado del jefe y el “¡Ronaldo vete ya!” ha protagonizado las quejas masivas de la grada, reducidas últimamente por el agotamiento y por la escasa afluencia ante la ignominia futbolística de derrota tras derrota. La hinchada, harta, ha simulado partidos de tenis en la grada porque su máximo accionista jugaba a ese deporte mientras los suyos perdían.

La ligera esperanza de que el dirigente se desprendiera de la entidad, derivada del interés de Ronaldo por presidir la Federación Brasileña de Fútbol, se ha esfumado: el interesado ha reculado ante la floja acogida de su proyecto y ya no tiene la obligación de vender al Pucela para ostentar ese cargo. La cuestión ha saltado a la política: el alcalde, Jesús Julio Carnero (PP), tras defender primero al exdelantero, ahora admite la preocupación y el PSOE, tras salir del Ayuntamiento el exalcalde y enfrentado con Ronaldo Óscar Puente, instó al Consistorio a “tomar la iniciativa” para buscar inversores. El aludido se dedica a escuchar ofertas mientras todo lo teñido de blanquivioleta ha colapsado tras abrazarse al Real Valladolid en esta última etapa: recientemente se han roto los convenios con el equipo de baloncesto y del fútbol femenino, entre quejas mutuas por la escasa implicación del socio mayor. El paso de los meses ha reventado el lema de campaña que supuso el récord histórico de socios: “Hechos para estar juntos”.

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